Cojitrancos y cuerniburros
M. Uranga / C. Vázquez, Oliva, SandinCinco toros de Martínez Uranga grandes, cojos y descastados; 4º, sobrero de Puerto de San Lorenzo, con trapío, inválido. Curro Vázquez: pinchazo, estocada corta atravesada tirando la muleta y descabello (silencio); bajonazo descarado (pitos). Emilio Oliva: pinchazo bajo, media trasera tirando la muleta y cuatro descabellos (silencio); media atravesada trasera baja, rueda de peones, pinchazo bajo, media tendida caída -aviso- y media baja (silencio). Lucio Sandín: pinchazo a toro arrancado, tres pinchazos más, estocada muy atravesada baja, dos descabellos, dos pinchazos -primer aviso-, pinchazo, otro hondo atravesado, tres descabellos -segundo aviso- y otro descabello (división); estocada caída (aplausos). Plaza de Las Ventas, 7 de junio. 24ª corrida de feria.
Un corraleo fue la torada de ayer. Torazos parecían, grandones, seriotes y armados hasta los dientes; cojitrancos y cuerniburros eran. Presencia de toro, comportamiento asnal. Ese corraleo, olor a boñiga, música de rebuzno, sacaron para que lucieran su arte unos diestros que saben hacer exquisitez del toreo, cuando los dejan. En los focos de afición voceaban que ese ganado, para las figuras. A las figuras sí les dejan hacer el toreo -toritos de juguete, agradable laminita, dulce embestir-; lo que ocurre es que, la mayoría, no saben; y como el toreo no les sale, se justifican diciendo que la afición les tiene manía.
-En cambio los de ayer sí saben, lo tienen demostrado. Ahí está ese Curro Vázquez, que rezuma torería, y ese Lucio Sandín, tan depurado estilista que es un lujo en los tiempos taurinos que corren. Y Oliva también quiere hacer el toreo. Oliva se embraguetó las tres o cuatro veces que le embistió medio bien su primero y le buscó las vueltas que no tenía al quinto. Sus compañeros, lo de embraguetarse con cuidado; que tampoco es para hacer de legionario. Menos aún con semejante género de cuerniburra condición.
Pero hubo apuntes de toreo exquisito: muy leves Curro Vázquez con el primero, que se mutiló, o con el sobrero, un precioso negro girán aparejado, que esta ba moribundo; más firmes y her moseados Sandín en el sexto Sandín hubo de inventarse. ese toro, su embestida, para ensayar unos pases que aquel pedazo de bestia no tenía de ninguna manera. Y qué pases tan buenos, tan bonitos, tan toreros fueron aquéllos: el trincherazo suave, el de la firma haciendo girar al toro sobre el eje de la pierna adelantada ayudados, el de pecho, ganando terreno a los medios para allí construir la faena. Una faena que sólo podía producirse a la voz de ¡arre!, pero el cuerniburro mejor entendía ¡so!, y se resistía a embestir, o se quedaba en el centro de la suerte, y el torero apuraba los escasos recorridos para meter en ellos, apresuradamente cuanta técnica, arte, torería, podía, en tan brevísimo espacio de tiempo.
Sandín, cuyo concepto del toreo pasa por el filtro de las exquisiteces, también sabe dar sainetes y un sainete con prólogo insustancial y dramático epílogo dio en su primer toro. Dos minutos le bastaron para comprobar que el cuerniburro, ni embestía, ni embestiría jamás -sólo quería cojer, el ladino-, y ese fue el prólogo; casi un cuarto de hora estuvo pinchándole por donde podía, y ese fue el sainete; al epílogo, perdió los nervios, tiró los trastos, se retiró a la barrera, Horando desesperado, porque el toro parecia tener mil vidas y no podía con él.
Curro Vázquez, que ya había estado en la alocada refriega echando una mano, asumió entonces, a una, los papeles de director de lidia y buen compañero, le obligó a volver al toro, hizo retirarse a los peones, y le dio una orden tajante, solo una: "¡A descabellar!". Y fue Sandín y descabelló, a la primera. Para entonces, el presidente ya le había enviado dos avisos, el público se ponía de uñas y la bronca monumental se veía venir.
Las lágrimas del torero frenaron la protesta y no es bueno. Un torero jamás debe eludir sus responsabilidades ni infundiendo lástima ni pretextando que le tienen manía, como aquella figura tan fina de días atrás. Sandín no habría sido el primero al que le devuelven al corral un toro. Muchos toreros se han encontrado alguna vez en parecidos trances afrentosos, y si su torería era cabal, se aguantaron sin perder los papeles y a la siguiente oportunidad se tomaron el desquite, poniendo la plaza del revés con la demostración de su valor y su arte.
Sandín no fue el único que mató mal. Menuda tarde puñalera dieron los tres espadachines y sería dificil saber quién de ellos escabechaba con más sórdido estilo. Cada cual tenía sus preferencias cárnicas, eso sí: Curro Vázquez, las paletillas; Oliva, los costillares; Sandín, por doquier. Horrorizada estaba la afición. Pero no llegó a rasgarse las vestiduras pues, hacía sólo tres días, a un novillero quisieron darle dos orejas por un golletazo, y ese precedente da mucho que pensar.
El primero de la tarde se rompió un pitón al rematar en tablas. Iba a dar alcance a Pali Pirri y el terrible derrote dirigido a la espalda del banderillero se estrelló contra la barrera. Mejor así. Más vale Pirri entero que cuerno íntegro.
El cuerno roto lanzaba chorros de sangre a ritmo de sístole y diástole y también daba que pensar, pues el toro desmochado que salió en una pasada corrida tenía ambas astas igual de tronchadas, y no sangraban nada. Y eso que se mutiló segundos antes de salir -comunicó la empresa por télex, por carta, por anuncio de pago, por televisión, por radio-.
La empresa y el presidente oyeron ayer de todo por parte de la indignada afición, pues les responsabilizaban -cada uno tome su parte-, de la cojitranquez y de la burrería de los toros. Pueden responder, si les place, que el público les tiene inquina. Es la moda de esta feria.
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