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Directores de 15 países debaten en Madrid la extraña identidad del cine europeo

Andrés Fernández Rubio

Cineastas y sociólogos de 15 países de Europa se reunieron la pasada semana en Madrid para debatir sobre el Cine europeo en Europa, título del encuentro celebrado en la Sociedad General de Autores. Entre las opiniones de los 37 delegados sobresalió la idea de que el cine europeo sucumbirá mientras no recupere la iniciativa cultural y al público mediante "un fantástico ejercicio de creación".

La capacidad de penetración de la colosal industria estadounidense se mantendrá si el cine europeo, aun arropado con ayudas estatales, no consigue remontar el vuelo creativo. Ésta fue una de las ideas finales que se presentaron el pasado sábado, durante una rueda de conclusiones.La idea de una identidad cinematográfica común a todos los países representados en la reunión -los de la Comunidad Europea, excepto Luxemburgo, además de Austria, Finlandia, Hungría y Suiza-, se fue diluyendo con las referencias a los diferentes idiomas y al hecho de que dentro de Europa existe un área anglosajona con problemas especiales y unas cinematografías ricas económicamente frente a otras indigentes.

"El mercado norteamericano" que nos ataca e invade, tiene una unidad, fácil de digerir, mientras que en Europa la diversidad abarca todos los aspectos", dijo el director Jordi Grau, coordinador de las jornadas y representante de la Asamblea de Directore s-Realiz adores Cinematográficos Españoles (ADIRCE), entidad organizadora a instancias de la Federación Europea de Realizadores Audiovisuales (FERA). "Nuestra defensa es aceptar esa diversidad con ganas", añadió.

Unirse al vídeo

De aspectos menos teóricos trató el realizador británico Peter Duffell, que se mostró preocupado porque la influencia del vídeo y de la televisión ha cambiado los hábitos de ocio en el público: "Las condiciones reales indican que no podremos derrotar al vídeo". Señaló que en pocos años se logrará una pantalla de vídeo de grandes dimensiones y alta definición, por lo que, "de cara a eso", dijo, "debeinos atender la protección de nuestros intereses cinematográficos". "No nos dejemos atrapar por nuestro amor al cine clásico", sentenció, "sino afrontar el reto de la tecnología de un inminente futuro".Estas ideas fueron contestadas por el realizador francés Claude Weisz, que advirtió sobre los peligros de someterse a las cuotas de producción y a las servidumbres de ese medio y de las televisiones comerciales. Weisz reivindicó en el cine europeo "un espacio para los autores", y sobre la uniformidad del cine norteamericano, que vende un modelo de vida que no conoce fronteras y ha creado un universo mítico, incidió en la recuperación de unos mitos europeos que puedan atraer a la gente joven.

El director austriaco Bernard Frankfurter dijo que "hablar de identidad se convierte en un problema de supervivencia". György Baron, crítico húngaro, quiso demostrar las servidumbres de esa diversidad preguntando: "¿Alguien aquí habla húngaro?". Ante el silencio, expuso una serie de preguntas en correcto inglés.

Sebastián Moreno y Carlos Benpan, representantes de Cataluña, dijeron que además de que los cineastas obtengan ventajas fiscales y otro tipo de ayudas legislativas, ya sea a nivel nacional o a través de organismos internacionales, la re`cuperación de la iniciativa cultural y un "fantástico ejercicio de creación", son la fórmula para recuperar al público y competir. El director J. Vasconcelos, de Portugal, concluyó: "Se hacen muchas películas en Europa, pero faltan aquellas que convierten al espectáculo del cine en un espectáculo popular".

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