Los encastados luceritos de Barcial
JOAQUIN VIDAL Volvieron a pisar Las Ventas los luceritos de Barcial, una ganadería con personalidad. Los Barcial fueron toros predilectos de las figuras hace muchos años, porque embestían bueno y -por su propia lámina, que dando el trapío y la seriedad convenientes, resultaba de agradable presencia para el torero. No sólo tienen personalidad miuras, victorinos, pablorromeros, y otros encastes que producen género feroche. Los Barcial la tienen también en sus características de bajos de agujas y cortos, pero al tiempo anchos y enmorrillados; leña en la cabeza, frecuentemente cerradita de pitones; seriedad en la cara.
Y luego el pelaje, con todas las combinaciones del blanco y el negro. Abundancia. de berrendos, casi todos luceros, casi todos calceteros o botineros, siempre bragaos y meanos. En una manada donde hubiera mezcla de toros de distintos hierros, cualquiera distinguiría desde lejos el Barcial. Los de ayer también se reconocían barciales en el acto, aunque no hubiera ninguno berrendo. Parece que en la camada actual el pelo negro ha adquirido prioridad y el blanco se les ha ido a los toros para abajo, a las bragas y a las patas, dejando si acaso el leve testimonio de un girón por la panza.
Barcial / Galindo, R
Bento, CuéllarNovillos de Barcial, con trapío y casta. Raúl Galindo: pinchazo y otro hondo delantero (silencio); estocada (bronca). Rui Bento Vasques: pinchazo y media trasera (aplausos y salida al tercio); dos pinchazos y estocada desprendida (ovación y salida al tercio). Juan Cuéllar: dos pinchazos estocada contraria; la presidencia le perdonó un aviso (silencio); estocada contraria (palmas). Plaza de Las Ventas, 29 de mayo. 15º corrida de feria.
Sin embargo el toro que de ambos pelos hizo trama, quedando cárdeno -lucero y calcetero también-, ese fue el mejor de la tarde. Salió en cuarto lugar y en cuanto apareció por el portalón de chiqueros se ganó la ovación del público. Era un novillo de trapío, cuajo cercano al que se aceptaría como toro, musculoso, proporcionado y bien puesto. Y lo que aún más importa: poseía casta de la mejor, de la que va aumentando progresivamente a lo largo de la lidia y en el último tercio hace que se muestre el toro en toda su boyantía, obediente al cite, codicioso al engaño.
Un torero experimentado y artista habría venido bien a ese cárdeno lucero calcetero de excelente casta; sólo un torero así. Porque hacerle un toreo inhábil, reiterativo y mediocre sería un lamentable desperdicio. Y eso fue lo que ocurrió. Raúl Galindo le aplicó una faena larguísima, la mitad de ella preocupado por que el novillo le pasara lejos, la otra mitad ahogando la embestida, sin temple, sin mando y tironeando la muleta en el remate de los pases. Tan desastrado toreó al novillo noble como al reservón e incierto que le correspondió en primer lugar.
Por los mentideros taurinos dicen que Raúl Galindo tomará la alternativa este año. Parece descabellado. Quien no tiene aprobada la enseñanza general básica del toreo no puede ser investido doctor en tauromaquia. Sería intrusismo. Ahora bien, no muy lejos de su caso están, asimismo, los otros dos novilleros del cartel, de quienes también se dice que pretenden acceder al escalafón superior en la presente temporada.
Si Rui Bento y Juan Cuéllar no pudieron con los encastados luceritos de Barcial, menos podrán con los toros. Ambos ensayaron quites, muletearon valentones. Bento prendió dos emocionantes pares a topa carnero, previo quiebro, en el segundo de los cuales le arrolló el novillo y se levantó encorajinado, como si la cogida en vez de un susto hubiera sido una arenga militar. El pundonor que demostraron en todos los tercios ambos novilleros los acredita aspirantes de primera línea a los puestos sustanciosos del toreo. Pero la incapacidad que demostraron para dominar la casta de los novillos, los confirma en esa condición de aspirantes, con muchas asignaturas que aprender. Seguramente de algunas aún no han visto el libro, ni por el forro.
Querencias, distancias; esa es la asignatura fundamental de la carrera, desde luego la más difícil de aprender, porque está hecha de complicada teoría, larga práctica y además esconde muchos matices interpretativos, que el torero ha de resolver ante la cara del toro, sin ayuda de nadie. Esa asignatura ninguno de los tres novilleros la sabe aún, o si la sabe, ayer la tuvo olvidada durante toda la tarde.
Otros temas, en cambio, los tienen aprendidos. El del valor, se le reconoce a Bento. El de correr la mano con rasgos de buena escuela, a Cuéllar. Y el del volapié, a Galindo. El estoconazo por el hoyo de las agujas con que Galindo tumbó al cárdeno de buena casta, sorprendió después de su torpe faena. La paradoja abría el interrogante de quién es, en realidad, este novillero: el que muleteó tosco o el que mató fino. Quizá responda el tiempo.
La acorazada de picar asaltó a los novillos tan acorazada y feroz como si -fueran toros: el mismo peto, los mismos manguitos, la misma saña carnicera. Dispuesta en orden de combate, hincaba hierro por los espinazos atrás rasgando pelajes negroblanco, destruyendo riñonadas, y los luceritos salían de la. refriega desollados vivos. Se elevarán protestas a la convención de Ginebra para que tome cartas en el asunto. Porque en esta plaza no toma cartas en el asunto nadie. Y menos el presidente, que no vio nada, lo que se dice nada, pues necesita catalejo y la empresa no se lo compra.
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