Toros y gastronomía
Los toros y la gastronomía, que son dos aficiones de quien esto escribe, han de estar lógicamente, ligadas entre sí, aunque la carne de toro bravo de lidia no es tan abundante como para que se pueda establecer una cocina construida y estructurada. Pensemos que las fiestas taurinas son escasas en la mayoría de poblaciones españolas, y en las grandes ciudades, seis toros por un día es una cifra muy pequeña para las abrumadoras urbes actuales.Desde antiguo han existido bastantes platos dedicados a toreros aunque no sean a base de la carne brava. Estas preparaciones, presididas por las legendarias Perdices a lo torero, que fueron dedicadas, según la tradición, a aquel matador, uno de los más completos de la historia, que fue José Redondo Chiclanero, maestro romántico en todas las suertes de la lidia antigua. Era aquel que decía de sí mismo: "Yo soy redondo, como mi apellido". El pobre Chiclanero murió tuberculoso a pesar de la suculencia del tocino, el jamón serrano y los menudillos que comporta este plato.Al lado de los platos dedicados a los toros hemos de recordar también la presencia ocasional de alguna merienda en la plaza. En Barcelona, mi ciudad, existe una tradición oral -que yo jamás he podido comprobar- de cuando estaban en la primera mitad de nuestro siglo: el viejo y desaparecido Torín, en la Barceloneta; la plaza de las Arenas, y la Monumental.Se decía que en una de estas plazas, quizá Las Arenas, servían hacia el quinto toro pepitos -es decir, bocadillos- del filete del primer toro muerto. También se contaba que Miguel Primo de Rivera, el castizo general jerezano que antes de ser dictador fue capitán general de Cataluña, se hacía servir en su palco las criadillas del toro al final de la corrida. Ahora bien, si estas presencias gastronómicas de platos de toro en la plaza no han podido ser comprobadas, en cambio sí podemos decir que en las tabernas y casas de comida cerca de las plazas se han servido en muchas ciudades las criadillas, los rabos, las lenguas y los estofados de toro. Era una comida popular que ligaba perfectamente con el ambiente, con los vinos francos y tabernarios de nuestro país.Ahora bien, resumiendo esta breve nota, hemos de acabar como comenzamos: la carne del toro de lidia no es lo suficientemente abundante como para haber inspirado grandes platos. Es, en cambio, lo suficientemente exquisita para desear su presencia cuando, por fortuna, puede adquirirse. Y entra en la mitología de los alimentos afrodisiacos el que sea virilizante.
Babelia
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