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Crítica:'POP'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

¡Que no se oye!

El tercer concierto de Tina Turner en Madrid no se suspendió por la lluvia que cayó durante toda la jornada y el rockódromo le llenó. El quinteto neozelandés Hunter salió media hora antes de lo previsto para no retrasar excesivamente la actuación de la protagonista. Hunter, grupo de rock estándar, duro y melódico, desconocido por el público español, tocó seis temas, entre ellos Dreams of ordinary men, su éxito principal en el mercado australiano, donde se desenvuelven. Se notaron muy poco.El besito inicial y la frase "Estoy preparada para vosotros" -saludo idéntico al que Tina Turner pronunció en su primer recital en París de la presente gira- formaba parte de un espectáculo diseñado y ensayado en cada uno de los detalles, movimientos o frases.

Hunter y Tina Tuner

Concierto de Tina Turner (106 minutos): Tina Turner, voz; John Miles, teclados, guitarra y coros; James Ralston y Laurie Wisefield, guitarras; Don Snow y Deryc Dyer, teclados, saxos y coros; Steve Scales, percusión. Actuación previa de Hunter (28 minutos). Auditorio de la Casa de Campo. Madrid, 17 de mayo.

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Demasiado normal

El guión presenta la primera mitad de un videoclip realizado, al uso con Paradise is here, tema que habría de cerrar la actuación y de enlazarse con la segunda mitad de dicha grabación. La banda comenzó a sonar en vivo tras el primer fragmento en vídeo y la cantante estadounidense apareció con su baile, semejante al caminar de un simio, con la primera de las tres vestimentas que mostró: dos vestidos rojos con minifalda y unos vaqueros blanqueados. Nada se alteró. Tina Turner, artista visceral, una de las gargantas más furiosas, uno de los cuerpos más revoltosos y enérgicos de la pequeña vida del rock, ya no se permite improvisación alguna.

Sus éxitos están claros y, por ello, su repertorio en vivo también. No se acompaña de las bailarinas-cantantes que antaño ensalzaban su fiereza ni del infatigable pianista negro al estilo Billy Preston.

Hombres blancos todos, menos uno, son sus músicos, obedientes e infalibles. El más destacado, John Miles, intérprete de luz propia, de abultada carrera discográfica, que sentado junto a sus teclados añadió los coros más perceptibles -desde la zona reservada a prensa e invitados, cerca de la megafonía-, y el dúo vocal en It's only love, pieza que realizaron en disco el canadiense Bryan Adams y Tina Turner.

Ahora las canciones de Tina deleitan; no agitan ni excitan. Baladas como Two people, Private dancer (de Mark Knopfler), donde la dama se paseé con un pañuelo azul de seda mientras sonaban los solos finales de saxo y guitarra, o You don't need another hero -en ese instante ella se elevó en una plataforma por encima de la banda y del público, enaltecida por el humo blanco- significan en verdad el descanso de una gran guerrera del rock and roll. Y si, como ocurrió, esos temas populares no se oyen en algo más de la nútad del recinto, la ilusión de los espectadores nunca se habrá satisfecho. El equipo sonoro de la artista falló.

Por eso la mayor parte de los asistentes estuvieron tan quietos, que no sordos.

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