Faltó la emoción
GONZALO ARGOTE La emoción del arte de torear se produce por la conjunción de dos factores esenciales: la estética y el riesgo. Si uno de ellos está ausente de la plaza, no surge la llama viva del arte. Ese arte que, de pascuas a ramos, nos encandila y sobrecoge. Ayer en Jerez faltó la emoción. ¿Es que no hubo riesgo? Sí, riesgo siempre hay. Lo que faltó fue la sensación de riesgo. Los toros fueron tan buenos, tan dóciles -salvo el cuarto-, tan mecánicos, tan necesitados de ser provocados, que daba la sensación de que los toreros iban a pedir que se los envolvieran para seguir jugando con ellos en el patio de su casa.
Circula desde hace mucho tiempo en el mundo taurino, un sofisma que divide a las plazas, a las aficiones, en toristas y toreristas. Errónea división; el buen aficionado no es partidario del torero ni del toro. Es partidario del arte de torear y con él se emociona. Pide que en la plaza haya sensación de riesgo y desea vivamente que al torero no le ocurra ningún percance. Pero lo que es importante, es que en ningún momento, los espectadores perdamos la sensación de que lo que hay en la plaza es una fiera y no un animal doméstico. También es importante que no tengamos la sensación nunca de que en lugar de un torero, en el ruedo hay un prestidigitador. Ambas sensaciones -no hay fiera, hay prestidigitador- las he sentido ayer en el ruedo de Jerez.
J
P. Domecq / Ojeda, Espartaco, JerezanoToros de Juan Pedro Domecq, de aceptable presentación, dóciles y suaves, excepto el cuarto. Paco Ojeda: dos pinchazos, estocada y dos descabellos (ovación y metisaca y bajonazo (ovación). Espartaco: pinchazo y estocada (oreja); pinchazo y estocada caída (oreja). Jerezano: pinchazo y media estocada (ovación); estoconazo (petición y dos vueltas). Plaza de Jerez, 16 de mayo. Tercera corrida de feria.
¿Es que han estado mal? No, si llegan Ojeda y Espartaco a matar a la primera, se llevan un montón de orejas. Ojeda ha estado en Ojeda y Espartaco ha estado en Espartaco. Muchos pases con ambas manos, generalmente ligados y rematados, todos prácticamente iguales, frente a unos toros, que como está de moda decir ahora, no transmitían, aunque también es verdad que, provocándoles, no cesaban de embestir, con la cabeza por el suelo una. Ideales para entrenarse en coger sitio ante el toro.
El caso del Jerezano, que ayer tomó la alternativa, es distinto. Doctorado prematuro, confirmando -desgraciadamente- la impresión que obtuvimos en su despedida de la Maestranza como novillero el domingo pasado. Si con toros tan bonancibles ha demostrado su inmadurez, difíciles papeletas va a tener con corridas menos fáciles. De justicia es destacar su magnífica estocada al sexto.
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