Lección del conflicto

Coincido en lo fundamental con la "lección del conflicto" que extrae el prestigioso teórico Jordi Solé Tura en EL PAIS del pasado viernes 1 de mayo. No cabe duda que su sencillo pero denso diseño de una política de control social futura, que prevenga los conflictos a través de la concertación social, y, en última instancia, los reprima desde aparatos del Estado que no sean "radicalmente hostiles" a la amplia mayoría social, constituye el esquema fun cional de todo Estado capitalista moderno. Pero el discreto mensaje del aludido profesor es que la España contemporánea se rebela a esa sumisión a la modernidad político-social por dos vías: la debilidad de la estructura de concertación, mediación e interlocución -partidos, sindicatos, etcétera- y la que de sus propias palabras podría deducirse como siempre inacabada reforma de los aparatos estatales, que, abandonados y dejados de lado como componente de integración y aplicación política, no terminan de alcarizar el grado de presentabilidad que, al actuar, evite la inmediata equiparación de los gobernantes democráticos con dictadores y oligarcas. Pero aquí las objeciones: ¿pueden realmente llegar a alcanzar esos aparatos el grado de congraciamiento con las masas populares que les permitan reprimir sin que lo parezca?, ¿no será posible que el conflicto real se sitúe entre los reales intereses estratégicos que defiende el proyecto gobernante y los de esas masas, de forma tal que, en fases de agudización, el simulacro de identidad entre Gobierno y afanes de los trabajadores pierda todo sentidoy credibilidad?, ¿es posible a medio plazo plantearse una organización social que prescinda tanto de los paradigmas del Estado de derecho -y las instituciones que le corresponden, como Parlamento, tribunales, racionalidad democrático formal -como de los mecanismos de vertebración orgánica del inmediato pasado?Me temo las respuestas, seflor Solé Tura, y como ciudadano aspirante a su plena funcionalidad democrática veo muy necesaria ya hoy, como momento. histórico límite, la plena en.trada en escena de esos mecanismos que funcionan en. toda Europa.

Todos esos aparatos, lejos de sanearse ingenua y roussoníanamente hasta llegar al sinsentido de poder alcanzar una legitimación democrática, negada por la deuda histórica que diariamente

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se les recuerda y nunca se extingue, corren hoy un gravísimo peligro de descomposición 31 total ineficacia ante el alud de demandas sociales de justicia y libertad que, en proporción desquiciante, destila diariamente la falta de plena normalización democrática de nuestra sociedad-