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FERIA DE SEVILLA

Cuando toreo se paladea

ENVIADO ESPECIALPegar pases es una cosa; torear, otra. ¿Lo dijo alguien alguna vez? Cuando hay pases puede haber orejas. Cuando hay toreo, también, pero, además, se paladea. Pepe Luis obsequió ayer a la Maestranza con un cata de ese toreo, poquito y bueno, y la afición se relamía de gusto.

El convite tuvo lugar en la ocasión solenme del tercero de la tarde, que era otragolosina por su irreprochable trapío y su luminosa estampa. Un toro bien arrematao, castaño albardado nevado y bragao salpicao, para que se luciera pintándolo quien hubiese acudido a la plaza provisto de paleta. Un toro boyante, además, para que se luciera toreando un diestro con arte.

cada pase estaba tocado de la inspiración. Destacaron un natural hondo, varios redondos, los de pecho, un molinete, cambios de mano por delante y por detrás, Terminó la faena cuando tenía que terminar. Lo malo fue que Pepe Luis le puso la rúbrica de un pinchazo feo. No hubo oreja, ni debía haberla. Pero estaba en la plaza el toro siguiente y la afición aún gulusmeaba las golosinas, finísimas y aromáticas, con que le había obsequiado un diestro con arte.

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Existen otros estilos de toreo claro. Es como en el yantar: que de todo hay y todo vale. Muchos prefieren un buen cocido serrano a las delicias de la alta cocina. En toreo, como en la cuestión gastronómica, no hay leyes que dicten gustos. Por ejemplo, al propio artista Pepe Luis, el sexto toro, que era bravo, se le atraganta nada más verlo. Cuando lo citó al derechazo y le hizo unamago con la cara alta, resolvió no pasárselo por delante ni una sola vez. La Maestranza entró entonces en fase de disgusto y le arrojó cuantas almohadillas tenía a mano.

Muy bien presentada, con trapío y astifina, la corrida tuvo importancia. Y mucho mérito la faena de Ortega Cano a su primero, otro toro encastado, que tomaba bien el engaño por el pitón izquierdo mientras por el derecho se iba al bulto. Ortega Cano mandó en los naturales, y se le jalearon como era debido, pero prolongó demasiado el trasteo y la gente se cansó de jalear, tanto como el toro. de embestir. A la sosería del cuarto se unió la incansable, reiterativa y plúmbea tendencia de Ortega Cano a hacer siempre lo mismo ahogando las embestidas. Un silencio aplastante cayó sobre el históricó coso y se durmió la afición.

La despertaron los jipíos delojedismo, que es abundante y entusiasta por estos pagos. Ojeda había tenido en primer lugar un toro inválido, al que meció en los vuelos de ese inmenso capotón que le fabrican en los astilleros de Cádiz. No pudo mecerlo en la muletona que le fabrican en altos hornos de Vizcaya pues el moribundo animal apenas embestía y, cuando embestía, lo echaba fuera con el pedazo tela roja, con la que se dotaría de banderas al ejército ruso.

El quinto toro de la espera ojedista se quedaba corto de recorrido y no servía para que el titular de la causa le aplicara sus conocidas ligazones de pases de pecho. De manera que volvió a caer el aplastante silencio sobre el histórico coso y, quien pudo, siguió paladeando los sabrosos bocaditos del convite de Pepe Luis.O imaginando que los paladeaba. Los hay con muy buen conformar.

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