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Tribuna:FERIA DE SEVILLA
Tribuna
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¡Aficionados, uníos!

La ausencia de aspectos relevantes en la primera corrida de feria, excepción hecha de la lamentable cogida de Pepe Luis Vargas, me permite en los prolegómenos de esta feria, efectuar algunas reflexiones en relación con la defensa de los derechos de los aficionados, cada vez más conculcados y más indefensos. Lo que creo que en una sociedad democrática, donde la articulación de los distintos intereses sociales es posible, no debe, no puede confiarse la defensa de los mismos a una exhaustiva reglamentación. Si nos referimos al planeta de los toros, resulta evidente que la ausencia de colectivos con la fuerza suficiente para exigir el respeto a sus derechos, permite que estos sean desconocidos, cuando no conculcados por otros estamentos de la fiesta brava.Ha sido estos días en Sevilla objeto de agrio comentario la subida de los precios de las entradas para las corridas de feria. Han subido más de un treinta por ciento, cuando el índice del coste de la vida se ha elevado poco más del ocho por ciento. Si analizamos, por ejemplo, este fenómeno hemos de concluir, en puridad, que en una economía de mercado, el empresario fija los precios de acuerdo con la demanda estimada, y le mueven las mismas consideraciones al empresario taurino que al fabricante de salchichas de Frankfurt. El empresario, sevillano ha podido comprobar, para su satisfacción, que apenas quedan entradas a la venta, y si la afición no reacciona, el año que viene tanteara nuevamente el mercado y subirá hasta el límite que éste le permita.

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La cornada arrancó la arteria femoral y la vena safena

Si nos referimos a cualquier otro aspecto de los que amenazan el futuro de la fiesta, como, por ejemplo, la vesania con que los picadores ejercen su oficio, o la falta de trapío y casta de los muchos toros que se lidian por esas plazas de Dios, hemos de convenir que sólo la unión de los aficionados, en organizaciones similares a los que agrupan a los consumidores, permitirá el respeto a los intereses de aquellos y la recuperación de la pujanza de la fiesta. Continuar confiando en que las leyes y reglamentos son los instrumentos para conseguir esa, defensa es propio de sociedades inmaduras que todo lo confían a la fuerza del poder y no a la vitalidad social.

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