Las Alemanias
LA FERIA de Leipzig, además de su importancia comercial, se ha convertido este año en centro de intensa actividad política. Ha sido lugar de encuentro entre el presidente de la República Democrática Alemana (RDA), Erich Honecker, a la vez secretario general del Partido Socialista Unificado, y ministros y presidentes de regiones de la República Federal de Alemania. Pocos días antes, la visita a Berlín Este de Oskar Lafontaine, uno de los principales dirigentes de la socialdemocracia, probable sucesor de Willy Brandt al frente del partido después de la dimisión del líder histórico de la socialdemocracia alemana, revistió las formas de una visita de Estado.En un terreno más limitado, ante la celebración del 750º aniversario de la fundación de Berlín, que se conmemora este año, se intensifican los intercambios de visitas entre las autoridades de las dos partes de la ciudad. Es un hecho sin precedentes en la reciente historia de las dos Alemanias.
Esta tendencia al acercamiento entre ambos países se halla estimulada por la menor frialdad de las relaciones Este-Oeste, propiciada por la política del líder soviético, Mijail Gorbachov. Durante mucho tiempo, la Unión Soviética saboteaba toda posibilidad de distensión que no pasase previamente por Moscú. Los intentos de apertura del Gobierno de la República Democrática Alemana hacia Bonn -movidos en gran parte por el deseo de obtener créditos- eran considerados como una amenaza de fisura en la cohesión del bloque soviético.
Esos intentos fueron cortados por Moscú, en ciertos casos de modo brutal. Más recientemente, los excesos de la campaña electoral en la República Federal de Alemania, incluyendo algunos comentarios del canciller Kohl, que llegó a comparar a Gorbachov con Goebbels, congelaron el ambiente. Ahora esa etapa está superada. Para Moscú es prioritario que en Europa occidental prospere un clima de distensión que facilite el éxito de sus iniciativas, en particular en materia de armamentos nucleares. El problema de las relaciones interalemanas adquiere con ello una coloración distinta.
Pero al margen de factores más generales, hay una dinámica alemana propia, con raíces muy profundas, que empuja en el sentido de la aproximación. Cuarenta años de separación, la existencia de dos Estados, no pueden borrar ni los lazos familiares ni los rasgos nacionales comunes, idioma, cultura, historia, que siguen presentes e incluso se vigorizan. Se puede expulsar por la puerta el problema de la unidad alemana, pero vuelve inevitablemente por la ventana. Ante esta realidad, el temor, más o menos latente, de que renazca de pronto un nacionalismo alemán agresivo sigue presente en la política de no pocos países europeos.
Este temor es tan absurdo como anacrónico e infundado, ya que nadie, ni en el Este ni en el Oeste, puede pensar por el momento en una reunificación estatal de las dos Alemanias, que significaría una ruptura del equilibrio en el corazón mismo del continente europeo. Pero tampoco es realista pensar que la división consagrada en Yalta es algo inmutable que impediría cualquier avance en sentido contrario. El desafío estriba en que las dos Alemanias pueden hallar fórmulas para superar barreras, cooperar, vivir juntas, en una serie de terrenos en los cuales su indentidad es casi completa.
El que ya está en marcha será un proceso de pasos pequeños y prácticos, y en ámbitos concretos. De hecho, ya no se trata sólo de una hipótesis: están en marcha una serie de realizaciones que van en esa dirección, como los acuerdos económicos y los préstamos sustanciosos de la República Federal de Alemania a la República Democrática Alemana. Están preparados para su firma acuerdos en materia de cultura y ecología.
Todos estos aspectos de las relaciones entre ambas Alemanias llevarán a formas directas de colaboración en problemas que afectan a la vida diaria de los alemanes. El Partido Socialdemócrata Alemán, sin las responsabilidades del poder, aunque últimamente deteriorado por la crisis abierta tras la dimisión de Willy Brandt, ha avanzado con más audacia en este terreno, con su nueva política de seguridad tendente a reducir el peso de los factores militares y con sus proyectos de zonas desnuclearizadas.
En todo caso, cuando crece en Europa occidental la preocupación por ampliar las relaciones con el Este, no se puede olvidar que en el proceso de distensión entre los dos bloques un factor esencial será la aproximación entre las dos Alemanias. Perspectiva que no se puede ver como amenaza, sino como aportación de fondo a la Europa del futuro.
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