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Tribuna:EL TRATADO DE ROMA CUMPLE 30 AÑOS
Tribuna
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El fracaso político

Las cifras hablan claro: actualmente la Comunidad Europea es la primera potencia comercial del mundo gracias a la suma de las actividades de 12 países, habitados por 320 millones de ciudadanos. Pero más allá de este papel indiscutible existe otra realidad que trasciende las cifras y lleva a considerar la función política de Europa. ¿Se puede decir con idéntica certeza que Europa es la primera potencia política del mundo? Creo que ni siquiera el más extravagante paladín del federalismo europeo respondería afirmativamente, 30 años después de la firma del Tratado de Roma. Y es precisamente el fracaso de la Europa política lo que impide que la opinión pública se dé cuenta de que Europa es, como dicen las cifras, la, primera potencia comercial del mundo. Es necesario, por tanto, un gran esfuerzo de imaginación para tener conciencia de un fenómeno económico que no tiene la fuerza ni la capacidad de traducirse a dimensiones políticas.Dos espíritus se enfrentan hoy en la Comunidad Europea. El primero, nacionalista y mezquino, que practica la política del chacun pour soi, tiene sus modelos en De Gaulle y en Margaret Thatcher, y recurre al derecho de veto para impedir medidas que le desagradan y para mantener vacías las arcas comunitarias. El otro espíritu se bate en nombre de los padres de Europa para superar barreras que aún se resisten y espera que el solo acto de 1985 sobre el relanzamiento de la integración económica (que tiene como meta 1992) sea una plataforma eficaz para trabajar con nuevo aliento en el proyecto de unión política de los Gobiernos, según el proyecto del Tratado de Roma.

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A veces los dos espíritus se entrecruzan, se funden, demostrando buena voluntad en permitir espacio a las exigencias recíprocas, en superar los egoísmos de partido, en alimentar utopías razonables. No me parece, sin embargo, que estos dos espíritus tengan hoy razones demasiado estimulantes para celebrar un aniversario más bien melancólico. Además, justo en estos días el reloj tecnológico de la primera potencia comercial del mundo ha sido puesto a dura prueba: en Bélgica el desastre del transbordador británico Herald of Free Enterprise, con un trágico saldo de 45 muertos y 164 desaparecidos; en Italia 13 obreros muertos en Ravena cuando trabajaban, en condiciones de absoluta peligrosidad y de brutal explotación, en la bodega de la nave cisterna Elisabetta Montanari.

Hay un argumento que en el plano internacional los europesimistas aguafiestas hacen valer con energía polémica. Es el caso del Irangate y la progresiva pérdida de credibilidad del presidente Reagan, que han asestado un golpe irreparable (al menos por ahora) al liderazgo de Estados Unidos. En la vertiente oriental, mientras tanto, Gorbachov está llevando a cabo una sólida ofensiva destinada a conquistar méritos ante los ojos de Occidente.

Sutiles equilibrios

Pues bien, en este juego de sutiles equilibrios, que frecuentemente se transforma en especutáculo propagandístico, Europa no ha sabido insertarse con la fuerza incisiva de un bloque autónomo. La gravedad de esta carencia es evidente: la diplomacia comunitaria no está capacitada para elaborar una estrategia global que responda adecuadamente a las posiciones en las que se sitúan los líderes de las superpotencias.

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Hasta los europtimistas se ven obligados a admitir, con ocas ión del aniversario, que el Tratado de Roma "permanece estancado en la adolescencia", si bien "muchas porciones esenciales" de Europa, tal como fue deseada por sus padres, han sido construidas y ahora están allí, "yertas, pero presentes, siempre a la espera del soplo vital que las pondrá en marcha", según Enzo Bettiza, periodista y europarlamentario. ¿Qué será este soplo vital? ¿Acaso la gran causa de la que habla André Fontaine? ¿O bien el Espíritu Santo? Hoy la Europa comunitaria, agrega Bettiza, en el laudable intento de tranquilizarse, es "contestada por aquellos que la viven desde dentro pero defendida por quienes la observan desde fuera". Y entre los que juzgan positivamente lo que hasta ahora se ha hecho por Europa figuran los chinos, los indios, los soviéticos, los africanos, los latinoamericanos. En conclusión, un óptimo ejemplo de aquella filosofía contenida en el elevado concepto de que "la hierba del vecino siempre es más verde"... Después de todo, decía Goethe: "He visto malograrse las más sensatas empresas y triunfar las más desatinadas".

Enzo Golino es subdirector del semanario italiano L'Espresso, periodista y ensayista. Traducción: Jorge Onetti.

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