Un nuevo horizonte
La celebración de las bodas de plata, un poco largas, de la Comunidad es un buen momento para recordar las razones que condujeron al histórico acierto del Tratado de Roma. Tres urgencias lo hicieron posible: superar la guerra, reencontrar a Alemania y frenar a Stalin. Un reducido grupo de líderes supo aprovechar estos graves problemas para rebelarse contra la historia y conseguir que la idea europea pasara de ser un minoritario anhelo irredento a convertirse en un proceso político basado en proyectos comunes y en la superación de rivalidades seculares.En el momento actual, la importancia que está adquiriendo el 302 aniversario deriva de dos hechos: la ampliación a 12 y el Acta única. Ello le da un valor a este momento que no es el de la mera conmemoración.
La capacidad propulsora del Tratado de Roma ha permitido cimentar la Comunidad, creando una paz duradera en Europa occidental, y ha generado el mayor proceso de crecimiento y bienestar económicos de nuestra historia. En su pasivo figura el carácter limitado de la cooperación comunitaria, la lentitud y prolijidad del sistema y la necesidad de proceder a una profunda revisión de las políticas actualmente dominantes. Ello da a este momento un carácter de encrucijada histórica.
La entrada de España en la Comunidad ha significado un reencuentro de nuestro país con su dimensión histórica, geográfica y cultural, y la superación de viejos complejos. Hemos comprobado que no era necesario cerrar con siete llaves el sepulcro del Cid y que la opción de Europa era y es una opción de modernización y democracia.
Feroz competencia
Pero nuestro problema no es sólo adaptarnos a una Europa completa, perfecta y acabada. La Comunidad en que hemos entrado es una realidad histórica en construcción en un mundo sometido a una feroz competencia. Nuestro problema no es, por tanto, sólo de saber superar el proceso de adaptación y transición. Es el de ser capaces de participar como protagonistas en la creación de la Europa del futuro.
El Tratado de Roma ha cumplido su ciclo histórico. Tras una fase de rápido crecimiento y expansión, la política gaullista llevó a una casi parálisis de la CEE con la aplicación del voto por unanimidad. Pese a ello, la Comunidad se fue ampliando, incluso con la incorporación de su principal rival, el Reino Unido. Con él entraron Dinamarca e Irlanda, después Grecia y ahora las naciones ibéricas. Y no se debe olvidar el debate en curso en Noruega, en donde se ha producido un profundo cambio en la opinión pública y en las fuerzas políticas de cara a la Comunidad. Incluso en la neutral Suecia.
Con todo, el principal avance que se ha producido en los últimos años es la manifestación de voluntad de avanzar en la unión europea. Tras su elección por sufragio universal en1979, el Parlamento ha aprobado el proyecto de Tratado de Unión Política en 1984, y el Consejo Europeo aprobó en 1986 el Acta única.
Reforma de los tratados
Ésta es la más profunda reforma constitucional de los tratados y expresa la voluntad de los representantes de los Estados de transformar "el conjunto de las relaciones entre los Estados en una unión europea". Para hacerla progresar "de manera concreta" se propone en un calendario realizar lo que se planteaba en el Tratado de Roma: hacer un mercado interior para 1992, acompañado de la cohesión económica y social, con la definición de política social.
Además, se incluyen como políticas comunitarias las de investigación, desarrollo tecnológico y medio ambiente. Se da rango constitucional a la cooperación política europea y se incluyen por primera vez los aspectos políticos y económicos de la seguridad. Se vuelve a la decisión por mayoría cualificada en el Consejo y al desarrollo de la cooperación por el Parlamento Europeo.
Plantear para 1992 la completa libertad de movimientos de personas, bienes, servicios y capitales, supone no sólo el desmantelamiento de fronteras y reglamentaciones. Representa un salto en el proceso europeo que hace cada vez más necesaria la moneda común.
El otro elemento decisivo para construir la unión es tener una política propia de seguridad. Europa no puede seguir mucho tiempo manteniendo una relación tormentosa, mezcla de sumisión y de temor a ser abandonada, con su mayor y mejor aliado, EE UU. La creación de una capacidad defensiva europea de carácter disuasorio será un elemento no sólo de consolidación propia, sino un factor de mayor equilibrio en la zona más densamente poblada del mundo de ejércitos convencionales y armas atómicas: el centro de Europa.
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