Los bancos y la deuda
EL ANUNCIO por parte del Banco de España de la próxima modificación de la circular relativa al denominado riesgo-país refleja la creciente preocupación por el rápido deterioro de la situación económica de los países que han comenzado a suspender el pago de los intereses de sus deudas. Al anuncio de Brasil hace unas semanas han seguido el de Ecuador y el reajuste técnico de la República Argentina hace unos días. Las razones difieren, pero la situación final es la misma: un número creciente de países se encuentra en la casi imposibilidad de hacer frente a los compromisos adquiridos, lo cual provoca reacciones diferentes en ambas orillas del Atlántico.En España la normativa actual obliga a los bancos a clasificar a los países deudores en distintas categorías, que van desde los que no tienen problemas hasta los que han suspendido el pago de los intereses de sus deudas durante períodos superiores a seis meses. Los bancos están obligados a constituir provisiones más o menos elevadas (hasta un 25%) según la categoría en la que han clasificado a los países deudores. La modificación anunciada implica un aumento importante de las provisiones, puesto que éstas deberán alcanzar,como mínimo, un 25% del conjunto de la deuda de los países en dificultades. Para algunos bancos, la constitución de estas provisiones requerirá un recorte apreciable en los beneficios distribuibles a finales de año.
La actitud del Banco de España coincide, en líneas generales, con la adoptada por los bancos centrales de los países de la CE. Aunque la reserva en estas materias es proverbial, se estima que, en promedio, los bancos europeos han constituido unas provisiones del orden del 25% de los créditos a países en dificultades tanto en América como en Europa; no conviene olvidar que algunos países del Este han procedido ya a varias renegociaciones de su deuda.
En Estados Unidos y Japón la situación es muy diferente. Según las normas norteamericanas, cuando un deudor suspende el pago de intereses durante un plazo de tiempo superior al trimestre, el crédito se considera potencialmente fallido y es preciso provisionarlo en su totalidad. El problema para algunos grandes bancos norteamericanos es muy serio, pues han prestado a países de América Latina sumas que exceden ampliamente sus recursos propios. La suspensión del pago de intereses durante más de tres meses en países de esa zona significaría un descalabro que podría acercarles a la quiebra.
De ahí el interés de estas instituciones por concluir rápidamente unas renegociaciones que garanticen, cuando menos, el pago puntual de los intereses. En muchos casos, los acuerdos alcanzados consisten en seguir prestando dinero a los países endeudados para que atiendan los intereses. Se trata, pues, de una especie de fuga hacia adelante que no puede prolongarse indefinidamente a menos que se produzcan cambios estructurales. En cierta medida esto es lo que pretendía el plan Baker presentado hace poco más de un año y en donde se enfatizaba la necesidad del crecirniento a medio plazo de aquellos países beneficiarios de nuevos créditos. Éste es el reciente caso de México, que el pasado viernes firmó un acuerdo para renegociar 43.700 millones de dólares de deuda, al tiempo que recibía 7.700 millones más en nuevos créditos para financiar un plan de desarrollo pactado con el Fondo Monetario Internacional.
Los intereses de los bancos norteamericanos difieren, pues, sustancialmente de los europeos. Muchos bancos del Viejo Continente han vendido o están vendiendo la deuda de los países en vías de desarrollo con descuentos del 25% al 40%. Los bancos norteamericanos, sin embargo, se oponen a esta práctica porque cuando llega la hora de la renegociación se encuentran cada vez menos acompañados. Pero es dudoso que los norteamericanos tengan la razón, ya que, aunque el mercado de la deuda de los países en dificultades no se caracteriza por su transparencia, es probable que sean los países endeudados los que adquieren su propia deuda, obteniendo así quitas sustanciales. Para muchos países, esta vía es preferible a la alternativa de endeudarse indefinidamente.
Para los bancos norteamericanos, el cobro de los intereses a su debido tiempo se estima tan importante que están dispuestos a prestar indefinidamente para que el pago se satisfaga incluso con su propio dinero. Para los bancos europeos, en cambio, cada dólar nuevo prestado implica la inmovilización de 25 centavos adicionales en forma de provisiones. Son dos maneras distintas de afrontar el problema. En cualquier caso, desde la perspectiva de la solvencia, el enfoque europeo es claramente superior y a largo plazo esto es lo que en definitiva cuenta, al menos desde la perspectiva de quienes han confiado su dinero a las instituciones de depósito.
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