Que viene Suárez
LA REGULACION de las normas electorales para la primera elección directa al Parlamento Europeo en España amenaza con convertirse en una ceremonia de la confusión, de la que se extrae una doble lectura. Los grupos políticos conceden una relevancia marginal a esta consulta, y todos los propósitos de varias formaciones presentes en el arco parlamentario se concentran en el estúpido esfuerzo de cortar el camino a Adolfo Suárez para bajar a esta arena electoral. A la voz de que viene el duque, el partido del Gobierno no ha tenido escrúpulos en apoyarse sobre las muletas del nacionalismo catalán y la derecha conservadora para muñir unas normas en las que el ex presidente del Gobierno no pueda suponer una amenaza real al reparto de poder parlamentario consensuado telefónicamente por Martín Toval, portavoz del Grupo Socialista.Todos los partidos políticos españoles parecen, al coincidir el mismo día los comicios, más preocupados por los resultados de las consultas electorales domésticas que las del Parlamento Europeo.
La oposición ha sido incapaz de presentar una alternativa conjunta al proyecto de ley del Gobierno sobre las elecciones al Parlamento Europeo y, en concreto, a su punto más polémico: el que se pronuncia a favor de la circunscripción única para todo el territorio nacional en vez de la circunscripción basada en las comunidades autónomas. El reto que en este sentido les lanzó el presidente del Gobierno en el debate sobre el estado de la nación no ha tenido respuesta.
En realidad, uno u otro modelo de circunscripción no parecen afectar demasiado al número de diputados que finalmente sean elegidos en los comicios, en el caso de las grandes formaciones políticas de implantación estatal o nacionalistas. Para este tipo de formaciones el debate tiene más bien un marcado carácter ideológico, que se proyecta en la articulación ante Europa de una cierta concepción del Estado y no de otra. No es este el caso, sin embargo, de las pequeñas formaciones políticas de implantación estatal, para las que la circunscripción única es vital a los efectos de su posible presencia en el Parlamento Europeo.
Quizá porque presumía que el acuerdo no sería posible, el Gobierno hizo gala de una generosidad desacostumbrada, mostrándose dispuesto a aceptar una alternativa conjunta de la oposición. Pero si no ha podido haber acuerdo entre partidos estatales y nacionalistas sobre el tipo de circunscripción, sí lo ha habido entre las más importantes de esta formaciones -PSOE, Alianza Popular y Minoría Catalana- para cerrar el paso al Parlamento Europeo a Adolfo Suárez, un líder al que todas las encuestas atribuyen un fuerte tirón electoral. La fórmula empleada ha sido una bien retorcida: la de considerar inelegibles a los parlamentarios nacionales para ocupar un escaño en el Parlamento Europeo. Así se adopta la posición más dura y restrictiva de las existentes en Europa.
La inelegibilidad y las incompatibilidades han de ser instrumentos de defensa de los derechos del ciudadano y no instrumentos para cercenar las posibilidades de representación popular que se otorgan a los políticos. Una vez señalados los límites del campo de la actividad política, vedada a determinados estamentos de la sociedad, es ridículo arbitrar impedimentos para que el político ejerza su actividad en los más variados foros de representación popular.
En lo que se refiere al tipo de circunscripción electoral, todo lo que se haga ahora puede ser contestado en un futuro próximo si el Parlamento Europeo hace suyos los criterios del informe Bocklet sobre las modalidades del sistema electoral a aplicar en el, ámbito de la CE. El informe elaborado por el grupo de trabajo presidido por el democristiano alemán Reinhold Bocklet recomienda la creación de circunscripciones electorales en virtud de criterios históricos, geográficos y culturales cuando se trate de elegir entre cinco y 15 diputados por circunscripción.
Hasta ahora, de los 10 países de la CE que han celebrado elecciones europeas, seis las han realizado en el marco de la circunscripción única y cuatro por el sistema de las circunscripciones regionales (Reino Unido, Bélgica, Irlanda e Italia). Muy pocos de estos países contemplan tan acusadamente como España en su carta fundamental las diferencias nacionales lingüísticas o territoriales. España puede afrontar mejor que ninguno de ellos las contradicciones que puedan darse en la articulación del hecho regional con la unidad del Estado. Por ello merecería la pena esforzarse en encontrar fórmulas que dieran salida ante Europa al enraizado nacionalismo vasco y catalán. Porque si nada se puede objetar al reforzamiento institucional de una Europa de los Estados, sí debe procurarse que la representación estatal refleje lo mejor posible la propia estructura constitucional del Estado. Pero de cualquier manera esto son meras especulaciones teóricas, porque la práctica política del bloque en el poder mira de reojo a las elecciones al Parlamento Europeo para que no escape el control de algún ayuntamiento.
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