'La rusa' echa a andar
Camus inicia en París y Bruselas el rodaje de la película basada en la novela de Cebrián
Con un presupuesto de 200 millones de pesetas que el equipo del productor Pedro Masó ha puesto ya en marcha, La rusa, según la novela de Juan Luis Cebrián y con guión escrito por el propio periodista y por el director del filme, Mario Camus, ha echado a andar. La andadura se ha iniciado en París, exactamente por la secuencia 35, que es aquella en que Juan Altamirano, el protagonista, acude a su primera cita con el etarra. Juan tiene los rasgos del actor francés Didier Flamand, mientras que la maniquí holandesa Angeli van Os presta a Balthuska / Begoña la llamarada de su cabellera.
"Esto ya no hay quien lo pare", dice, como lamentándose, Mario Camus, que entre la preparación de dos planos pasea arriba y abajo por las galerías Vivienne, en París, en el barrio de la Bolsa y a escasos metros de la Place des Victoires, territorio dominado por los comerciantes japoneses.Mario Camus pertenece al tipo de director que hace cine como si se ajustara el cinturón; es decir, con fluida naturalidad y sin darle importancia. Así, como quien no quiere la cosa, ha llegado a esta su película número 20. Le digo que Didier Flamand, el actor francés -que ha protagonizado y dirigido mucho teatro, que hace mucha televisión y que fue años ha uno de los dos hombres de la Indian Song de Marguerite Duras-, opina que Juan Altamirano, su personaje, es un hombre en crisis en medio de una Europa también en crisis que ve cómo se hunden los valores que defendió hace un par de décadas. Y responde irónico: "Los actores son unos intelectuales".
Odia Camus el llaniado cine de tesis. Quizá por eso sus películas son generalmente buenas: cuentan historias. Y la historia que en La rusa hay que contar es la de un hombre atrapado. "De La rusa", cuenta Cebrián, "lo que más le gusta a Masó es la historia política, Mario está muy colgado con la de amor y yo me paso la vida insistiendo en que es una película de acción". Se echa a reír: "¡Cuando se supone que yo tendría que estar defendiendo el mensaje!".
Trabajaron juntos en el guión, él y Camus, y el resultado es una dosificación de los acontecimientos que convierte la novela en una narración estrictamente cinematográfica. El carácter independiente de Begoña / Balthuska -la rusa- queda patente desde su primer diálogo con Juan, cuando éste la aborda tras haberla seguido a la salida de un congreso político. "Cebrián ha trabajado muy bien, entendió en seguida lo que es un guión. Se le dan muy bien los diálogos", dice Camus.
Didier Flamand tiene un físico distinto pero no distante. Está a medio camino entre Maurice Ronet y William Holden. Posee unos expresivos ojos grises, una sonrisa que se abre lentamente y unas ojeras profundas que le acentúa el hecho de que durante los primeros días de rodaje simultanea éste con una obra teatral. O sea, que apenas duerme. Masó y Cebrián dicen, desde que lo vieron por primera vez: "Este hombre, como Juan Altamirano, lleva la muerte en la cara". La muerte y esa agonía lenta que es la duda.
Angeli van Os es la pelirroja descrita por Cebrián en su novela. Alguien a quien difícilmente olvidas aunque la veas una sola vez. Una especie de Katherine Hepburn de 24 años que ha viajado de aquí para allá desde su adolescencia. Últimamente vive en Madrid, en donde trabaja como maniquí. Su imagen está en las principales revistas de modas: fue descubierta por Camus y Cebrián hojeando Dunia. La acompaña en el rodaje su novio, fotógrafo, a quien besa cariñosamente cada vez que termina un plano.
El segundo día de rodaje se desarrolla en las Tullerías. Didier la ha seguido y ella lo advierte y se deja. Y mantiene desde el principio esa mezcla de independencia y ambigüedad que marcará sus relaciones con el asesor presidencial del primer Gobierno democrático del posfranquismo.
El hábito de ejecutivo
Didier lleva un abrigo de paño beige y debajo un traje de tweed con chaleco -exactamente como en la novela: el hábito de un ejecutivo- y aparenta algún año más de esos 40 que cumple precisamente: mañana. Actúa con una naturalidad que es el fruto de muchos años de trabajo y de observación del comportamiento humano. Es cierto que tiene la muerte en la cara. Por debajo de los signos del poder sabe hacer asomar al perdedor que es Juan Altamirano.Cuando acaba el trabajo en París la troupe se traslada a Barbizon, que está a unos 50 kilómetros y es un pequeño y bonito pueblo marcado por el paso de los primeros impresionistas, una estancia de R. L. Stevenson y varias tiendas de antigüedades.
Se rueda en el bosque contiguo de Fontainebleau y en un pequeño hotel, en una habitación abuhardillada en donde la pareja habla del amor y de sus antagonismos políticos. Luego van a Bruselas, tres o cuatro días.
"Los actores son extranjeros", explica Pedro Masó, y lo confirma posteriormente Camus, "porque hemos buscado esencialmente que sean desconocidos, para acercarnos más a una determinada realidad".
Masó: como chico con zapatos nuevos con la película. Entusiasmado. Y deseando venirse a España -lo cual ocurre ya- con el rodaje: "He rodado en todo el mundo y no hay ciudad más antipática, más cara y más llena de pegas burocráticas para rodar que París".
Mientras el equipo trabaja, él se pasa las mañanas yendo al banco a sacar los dineros con que se paga cada día a los extras, por los permisos u organizando el curioso invento de los chupasangres, que prestan sus coches para aparcarlos durante la noche con objeto de guardar las calles que se utilizarán por la mañana en el rodaje. "Porque aunque tengas el permiso para cortar, aquí la policía no colabora para que te dejen trabajar en paz", explica Pedro Masó hijo, ayudante de producción y brazo derecho de su padre.
Mario Camus sonríe cuando escucha las quejas, asiente y definitivamente contento insiste: "Esto ya no hay quien lo pare".
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