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EL DIÁLOGO ENTRE LAS SUPERPOTENCIAS

La oferta soviética, un regalo para Reagan

Francisco G. Basterra

El máximo dirigente soviético, Mijail Gorbachov, ha acudido en ayuda de Ronald Reagan ofreciéndole la posibilidad, difícil de rechazar, de un acuerdo limitado para eliminar los euromisiles que podría salvar su presidencia. La oferta se produce con la popularidad de Reagan hundida en un 40% (una pérdida de más de 20 puntos desde octubre). Washington, que por primera vez no habla de "maniobra propagandística", ha acogido, a través de su portavoz, Marlin Fitzwater, como "positiva" la propuesta soviética, y la Casa Blanca anunció ayer que pronto "pondrá encima de la mesa en Ginebra un borrador de tratado".

Los ministros de Asuntos Exteriores de los dos países, George Shultz y Edvard Shevardnadze, están ya preparando una reunión en las próximas semanas, informaron ayer desde Pekín fuentes próximas al secretario de Estado norteamericano, que se encuentra en viaje oficial a China.La oferta de Gorbachov, que se desvincula de su anterior insistencia en no avanzar en la reducción de cualquier tipo de armamento nuclear sin una limitación previa de la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), conocida como la guerra de las galaxias, ofrece a un presidente desestabilizado por el Irangate la posibilidad de conseguir un triunfo en política exterior que distraiga a la opinión pública del escándalo.

Este balón de oxígeno, que los observadores en Washington creen que es mutuo, ya que Gorbachov necesita urgentemente, también por motivos internos, un éxito internacional, coincide con la llegada a la Casa Blanca del pragmático Howard Baker, partidario de acuerdos con la Unión Soviética, para poner orden en una presidencia sin rumbo.

Con Baker, de hecho al frente de la Casa Blanca, es posible que, por primera vez en muchos meses, Estados Unidos sea capaz de ofrecer una posición negociadora coherente que permita celebrar una nueva cumbre este año en Washington.

El nuevo jefe del gabinete presidencial es un importante refuerzo para los moderados como Shultz, que han conseguido frenar el último intento de los halcones de comprometer al presidente con el despliegue anticipado de la guerra de las galaxias.

La primera reacción positiva de Europa, que puede temer que la desaparición de los euromisiles desconecte al Viejo Continente del paraguas nuclear estadounidense, subrayando su inferioridad en armamento convencional frente a la Unión Soviética, fue recibida ayer con alivio en Washington.

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El paso de Gorbachov demuestra que Moscú quiere tratar con Reagan y no considera acabada su presidencia, y que prefiere no esperar hasta que su sucesor tome el control, afirmó Kenneth Adelman, director de la Agencia para el Desarme.

Pero la Casa Blanca advirtió también que aunque exista un acuerdo de principio, alcanzado en la cumbre de Reikiavik el pasado mes de octubre, ahora hay que discutir la letra pequeña y examinar los detalles de la propuesta presentada ayer formalmente por la URSS en Ginebra.

Controlar el entusiasmo

La Administración norteamericana no quiere tampoco ofrecer la imagen de un entusiasmo excesivo, que resultaría sospechoso, para evitar las seguras críticas de poderosos sectores que insistirán en que Moscú sólo quiere aprovecharse de la debilidad de Ronald Reagan. "Se equivocarían si creyeran que el presidente está paralizado", afirmó su portavoz.

La verificación del desmantelamiento de los INF, misiles de alcance intermedio, con inspecciones sobre el terreno (la URSS podría mantener 100 en la parte asiática de sus territorios y EE UU otros 100 dentro de sus fronteras) y el futuro de los cohetes de alcance inferior que desde los países del Este apuntan a los europeos, son aún elementos que deberán ser solucionados antes de firmar un tratado. Hasta llegar a este punto, pasarán meses, explicó un portavoz de la Casa Blanca. El jefe de la delegación negociadora estadounidense en Ginebra, Max Kampelman, habla de medio año.

El Irangate se cobró ayer una nueva víctima. Salpicado por el escándalo, que hacía muy problemática su confirmación por el Senado, Robert Gates, director designado de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), retiró su candidatura mediante una carta enviada al presidente. Reagan nombrará para sustituirle a una personalidad sin ninguna conexión con el escándalo y con la CIA de Casey.

El nuevo jefe del Gabinete presidencial, Howard Baker, en su primera comparecencia ante la Prensa tras su primer día de trabajo en la Casa Blanca, afirmó: "Nunca he visto a Reagan más enérgico y al mando que hoy. No está ausente". El miércoles por la noche se dirigirá al país por televisión. Baker, que explicó que lo que ocurre es que el presidente tiene una "memoria corta" dijo: "No voy a ser un primer ministro. Ronald Reagan es el presidente y no yo".

Pero en Washington ya se habla de una "regencia Baker", mientras continúa siendo un interrogante la capacidad de Ronald Reagan, de 76 años, para ocuparse seriamente de dirigir el país, un temor que el informe de la comisión Tower (ayer se comenzaron a vender 300.000 ejemplares en una edición de bolsillo a cinco dólares) ha documentado perfectamente.

"Es un presidente activo y trabajando de nuevo", afirmó su portavoz ante los reiterados comentarios que ponen en duda su capacidad mental para comprender y realizar su tarea.

El ex senador Paul Laxalt, íntimo amigo del presidente, le ha advertido que, por primera vez en su vida política, deberá ocuparse personalmente de los temas importantes, abandonando su estilo descuidado y de absoluta delegación con el que ha dirigido hasta ahora los asuntos de Estado.

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