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El libanés Georges Abdalá se declara inocente y abandona la sala en que estaba siendo juzgado

Lluís Bassets

"Me retiro de esta sala dejándoles el placer de escuchar al representante del verdugo yanqui". Con estas palabras, el libanés Georges Ibrahim Abdalá abandonó la sala del tribunal de París en la que se le somete desde ayer a juicio por complicidad en tres asesinatos de representantes diplomáticos de Israel y Estados Unidos, uno de ellos en grado de tentativa. Abdalá se negó a escuchar a Georges Kiejman, abogado que representa como acusación privada al Gobierno de Estados Unidos y a la familia de uno de los diplomáticos asesinados, en su respuesta a una larga declaración política en la que se declaró inocente, se consideró un "combatiente árabe", recusó al tribunal y se erigíó en portavoz de "los pueblos oprimidos por el imperialismo".

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Georges Ibrahim Abdalá, de 36 años, no asistirá a partir de ahora a ninguna de las sesiones del juicio, al que compareció ayer, con su larga barba negra, vestido pulcramente con un anorak marrón, camisa azul y corbata granate. El acusado se mantuvo tranquilo durante toda la sesión y sólo alzó la voz cuando el presidente del tribunal le requirió a escuchar la respuesta de Klejman. Abdalá accedió, en cambio, a permanecer en la sala mientras el fiscal Pierre Baechlin rechazaba su declaración contra el tribunal. Baechlin afirmó que Francia no podía permitir que se abusara de su hospitalidad para atentar contra diplomáticos extranjeros y contra las leyes de la República.Abdalá, un ex maestro de origen cristiano maronita, siguió atentamente las dos horas de sesión que precedieron a su salida de la sala. Recitó de memoria y pausadamente su declaración, publicada parcialmente por el semanario Le Nouvel Observateur, en un francés con muy ligero deje y sin elevar la voz casi en ningún momento.

Interpretó su papel con sentido retórico, poniendo el énfasis en las expresiones más dramáticas de su alegato antiimperialista y jugando con los silencios, pero siempre en un tono verbal respetuoso y monótono que contrastaba con la dureza de las imputaciones contra el tribunal, Francia, el mundo occidental en general y los Estados Unidos e Israel, en particular.

Alegato antioccidental

"Que el criminal yanqui, verdugo de todos los desheredados de la tierra, sea además el representante de las pretendidas víctimas, es buen motivo para abstenerse de todo comentario sobre la naturaleza de este tribunal", dijo. Entre sus palabras de crítica a la política occidental en Oriente Próximo deslizó referencias raciales: "Nuestro país está ocupado, se encuentra desarraigado, y el ocupante y el agresor son occidentales rubios con los ojos claros".Negó su participación en los hechos que se le imputan, pero a través de una apología del terrorismo: "Si nuestro pueblo no me ha confiado el honor de participar en estas acciones antiimperialistas que me atribuís, al menos tengo el honor de ser acusado por vuestra corte y de defender su legitimidad frente a la criminal legitimidad de los verdugos". Pero también pronunció frases de amenaza: "O bien habrá paz para nuestro pueblo árabe, y sobre toda la tierra árabe, o bien no habrá paz para nadie en ningún lugar".

Casi al final de su discurso, el presidente del tribunal le interrumpió indicándole que estaba repitiéndose, y subrayando su tolerancia. "Usted tiene toda la responsabilidad de sus palabras y también toda la libertad de expresión, espero que pueda tenerla en todas partes", afirmó el presidente. "Quizá no es igualmente necesaria en todas partes" , contestó el acusado. El acusador particular respondió a Abdalá, ya en su ausencia, destacando la ironía de que no hubiera lamentado hechos recientes que desmienten su alegato, como son las matanzas entre árabes, la situación de los campos palestinos cercados por fuerzas shiíes y la entrada de un Ejército árabe, el sirio, en Beirut.

Duelo de polemistas

Además del espectáculo proporcionado por el acusado, el defensor Jacques Vergès y el acusador Georges Kiejman tuvieron los primeros encontronazos de lo que va a ser un duelo entre dos de los abogados más brillantes y polémicos de Francia. La ausencia de la mitad del medio centenar de testigos fue el objeto principal de la polémica. No comparecieron, por parte de la acusación, varios funcionarios de policía, uno de los testigos clave -Gilles Peiroyes, secuestrado por las Fuerzas Armadas Revolucionarias Libanesas (FARL) en 1985- y varios testigos más y por parte de la defensa, el ex primer ministro Laurent Fabius los ex ministros Pierre Joxe y Roland Dumas, y el consejero presidencial, Jean-Christophe Mitterrand.Los asesinatos de los que se acusa a Abdalá son los del agregado militar de la Embajada norteamericana en París, Charles Ray, en enero de 1982, y el del diplomático israelí Yacov Barsimentov, en abril del mismo año.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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