El malo de la película
En cuanto pudieron comprobar en el desierto de Alamogordo la verdad de la ecuación de Einstein haciendo explosionar el primer artefacto atómico, empezó la guerra fría. Luego ocurriría lo de Hiroshima y Nagasaki, pero ya por entonces en el reparto de papeles de la película, el malo por antonomasia era el soviético, el comunista, el ruso, si me apuran mucho.Quedaban muy atrás los abrazos de los GI con los soldados del Ejército Rojo a orillas del Elba. Lenta y sabiamente se hacía olvidar al pueblo americano esa breve fraternidad en la lucha contra el fascismo y contra Hitler. (Muchos años después, al final de los setenta, me parece, los soviéticos no tuvieron más remedio que hacer un serial documental sobre la última guerra para informar a las nuevas generaciones americanas que ellos también habían peleado en esa contienda. El serial se titulaba La guerra desconocida, lo había dirigido el admirable Roman Karmen y contaba con imágenes documentales y terribles la participación soviética en esa lucha, que sólo les había costado 20 millones de hombres y mujeres.)
'La guerra desconocida'
Me temo que La guerra desconocida, aun presentada en cada capítulo por una gran estrella del cine americano, no tuvo demasiado efecto y sólo informó al que ya estaba enterado. El reparto como decía, ya estaba hecho y el malo era Iván, el ruso, el comunista, el soviético.
Así, Hollywood fue haciendo saber a todo el mundo y en todo el mundo con quién se estaba jugando los cuartos Occidente. Y eso, desgraciadamente, según mi punto de vista, perdura hasta hoy. Ahora mismo circula por los televisores de Estados Unidos un serial titulado Amerika donde el malo sigue siendo el mismo, naturalmente, pero ya está en casa. ¡Horror!
Esa guerra fría ha tenido y tiene momentos de alerta roja y períodos más encalmados, pero no ha cesado nunca. Está ahí, como un dolor permanente y agazapado que a veces, de pronto, se exacerba y se hace casi insoportable
Lo malo es que durante todo este tiempo, generaciones y generaciones de nuevos y más poderosos y más mortíferos artefactos atómicos van naciendo a cada minuto que pasa.
Lo peor no sería eso, con serlo y mucho. Lo peor es que los malos también tienen esos instrumentos de muerte, tantos o más y aún peores que los que tienen los buenos. (Seguramente porque les copiaron la fórmula primitiva, que si no... Recuérdese a aquel matrimonio de malos, los Rosenberg.)
¿Cuál es el problema, entonces? Yo me temo que entre los buenos que tienen el poder para apretar el botón definitivo, el botón que haga partir para su destino a todos los cohetes, bombas, misiles, etcétera, haya fructificado vigorosamente durante este largo tiempo de incomunicación, incomprensión, desinformación, un pavoroso sentimiento de cruzada antisoviética, que les haga pensar y desear seriamente lo mismo que dijo aquel almirante nuestro que subió a los cielos: "Antes que una España (léase por extensión, Tierra, Humanidad, etcétera) roja, prefiero el holocausto atómico".
El lobo y el cordero
Me parece a mí que a través de la información occidental que uno recibe, cualquier gesto que hace el malo para favorecer la distensión -retirar tropas, no hacer pruebas nucleares, proponer desmantelar misiles y bases, etcétera- es sólo pura propaganda. Lobo con piel de cordero y otras zarandajas.
Ahora mismo, hace unos días, el malo por excelencia, un tal Mijail S. Gorbachov ha reunido en Moscú a un conjunto de hombres y mujeres de todas las latitudes, de diferentes oficios y creencias, que hábil y sutilmente manipulados y unidos a los malos indígenas, le han escuchado respetuosamente y le han aplaudido.
Proposiciones honestas
Estas gentes que el malo ha sabido infectar, van ahora por ahí hablando maravillas de las buenas intenciones de ese Gorbachov, de su sentido común, de su ponderación, de su sinceridad, de sus honestas proposiciones para preservar la paz mundial, para que la Humanidad -nosotros, ellos, los otros, tú, yo, los hijos de nuestros hijos, etcétera- sea inmortal. ¡Pura propaganda! Esas gentes que han estado allí no aprenderán nunca y sabe Dios gracias a qué artes maléficas los han hecho comulgar con ruedas de molino.
Esas gentes importantes que van desde Graham Greene a Yoko Ono, Gregory Peck a Max Frisch, de Sajarov -pero cómo, ¿estaba allí?- a Claudia Cardinale, esos científicos y catedráticos y artistas y escritores, unos 1.500 entre inocentes y perversos en total, son simplemente y en el mejor de los casos unos ingenuos. ¿O no?
"Si esto sigue así", dijo allí Norman Mailer, "se le va a crear a la Administración americana un buen problema: les va a obligar a pensar".
Pensar y mascar chicle
Y yo añado que, desgraciadamente, en la Administración del Imperio hay muchos que, como decía aquél, no pueden hacer dos cosas al mismo tiempo: pensar y mascar chicle.
En resumen, que si el Gorbachov sigue así, Hollywood va a tener que buscarse otro malo para las películas. Hay indicios de que ya anda buscando sustitutos, más o menos parecidos, desde hace tiempo: Fidel, Jomeini, Gaddafi, Ortega... Pero no es lo mismo; esos por mucho que se quiera sólo son utilizables en película serie B. Entonces, ¿a quién poner de malo?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.