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LA LIDIAFERIA DE VALDEMORILLO

Los novillos les venían grandes

La novillada se anunció sin picadores y se echaron en falta. Por el trapío que sacaron los novillos y por la inexperiencia que evidenciaron los novilleros, las plazas montadas eran necesarias allí. Los novillos, grandes y serios, les venían grandes a los novilleros jóvenes e inexpertos.Aficionados de pro, con muy eruditos vuelos taurinos y muchas horas de, contemplación analítica de la lidia, eran del parecer de que los novillos se podían torear bien. Decía aquel: "Los enseñas la muleta a la distancia precisa, los dejas llegar, los templas, los mandas y no hay problema. Esto es así de sencillo, señores; el toreo, no tiene misterios". Los cánones, que llaman. Pero una cosa es predicárselos a un público que fuma puros, empina botas y casca pipas, sentado tan tranquilo al sol, y otra bien distinta predicárselos al toro.

Quintas / Rodríguez, Girón, Oliva

Novillos de Alfredo Quintas, con trapío. Miguel Ángel Rodríguez: ocho pinchazos, estocada y aviso (silencio); estocada trasera y descabello (oreja). Marcos Girón: estocada tendida y descabello (palmas); pinchazo saliendo volteado, estocada, dos descabellos -primer aviso-, estocada atravesada que asoma, descabello,, cinco pinchazos, estocada atravesada -segundo aviso- y cinco descabeflos (silencio). David Oliva: pinchazo y bajonazo (aplausos); media (silencio). Plaza de Valdemorillo, 5 de febrero. Segunda corrida de feria.

En cuanto a la clase de los novillos, las opiniones se dividían. Que bravos unos, que mansosotros. Y en realidad nadie podía hablar con conocimiento de causa. Porque para sentar este juicio también hacían falta los picadores. Pues la bravura del toro se define en su forma de acudir al caballo, sentir el puyazo, salir de la suerte. Una novillada sin picadores es, en definitiva, una versión monstruosa de la corrida, mutilada por donde más vale.

Hay veces en que, ciertamente, los picadores son excesiva fuerza para la menguadísima fortaleza de las reses, pero ese no era el caso de ayer. Y los novilleros hicieron lo que podían. Lo mismo que se ha dicho de la bravura respecto de los picadores, cabría decir de la torería respecto de los novillos, mejorando lo presente. Novilleros jóvenes e inexpertos, frente a novillos grandes y serios, era dificil que pudieran dar la medida real de su valía:.. Miguel Ángel Rodríguez fallaba cuarteos en banderillas hasta que dejó de fallarlos y prendió dos pares soberanos. Marcos Girán, al revés, primero reunía seguro y luego descuadrado. Ambos torearon con agallas; despatarrado y con el pico Rodríguez, bien a la veránica Girón. A este último le correspondió el lote más bronco, sufrió dos volteretones, le cogió asco al quinto y no acababa de matarlo. David Oliva, con el mejor género, pegaba derechazos desangelados.

Rodríguez cayó una vez ante la cara del toro y en lugar de esconder la cara, como manda la prudencia, se quedó cuan largo es, mirándole, la mejilla apoyada en la mano y el codo en la arena, como si tomara el sol en Torremolinos. La verdad es que no andaba muy desencaminado. Valdemorillo estaba desconocida. No lo azotaba el viento helado de la sierra, ni lo encapotaban nubarrones, como suele suceder, sino que el cielo estaba limpio, luminoso el campo, y el público, lejos de moquear embutido en zamarras, se dejaba acariciar por el sol y pedía refrescos. El vendedor, para avalar su mercancía, se decía proveedor de Curro Romero; la banda atronaba pasodobles y por el virol de la trompeta paseaba una mosca, hasta que se quedó sorda. Todo era placidez, menos en la mosca y en el ruedo. En el ruedo los toreros pasaban las de Cáin y se decían que esa novillada no era la que les iba a poner en pinganitos, según les prometieron. Qué había de ser.

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