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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Cuarteto en palacio

Cuarteto de Tel AvivCiclo de música de cámara.

Obras de Mozart, Shostakovich y Mendelssohn.

Violinistas: Chaim Taub y Lazar

Shister; viola: Daniel Benyamini; chelista: Uzi Wiese.

Sala de las Columnas del palacio Real. Madrid, 28 de enero.

Los conciertos del palacio Real -que organiza el Patrimonio Nacional y la universidad Autónoma a través de José Peris, que ocupa puegto directivo en ambos organismos- cuentan ya con una pequeña y brillante historia. Se celebran, como es sabido, en la sala de las Columnas, y si no fuera por las numerosas erratas de los programas podría decirse que todo está absolutamente bien pensado y realizado.Esta vez nos visitó -en sesión presidida por la reina Sofía- el Cuarteto de Tel Aviv, que forman los violinistas Chaim Taub y Lazar Shister, el viola Daniel Benyamini y el chelista Uz1 Wiese, instrumentistas todos de calidad y buenos conocedores de los secretos específicos de la música de cámara.

Tras una buena versión del precioso Cuarteto en re menor (KV 575), compuesto por Mozart en 1789, pudimos admirar una interpretación espléndida del Octavo cuarteto de Dimitri Shostakovich.

Como en la sinfonía, el capítulo camerístico del compositor soviético representa una significativa aportación a la creación musical de nuestro tiempo.

La belleza honda, ensimismada, un tanto desolada, de los dos largos finales se equilibra con la animación y la fuerza constructiva del allegro y la relativa ligereza del allegretto, pensado a la manera de un vals triste.

Consecuencia esbelta

Obra escrita por su autor en pocos días, durante una estancia en Dresde en 1960, posee valores formales, intencionales y expresivos que la alzan como una consecución esbelta y meditativa, como un pensieroso musical de la Europa oríental que planta sus raíces tanto en la tradición centroeuropea como en la de su país.

Para final de programa, Mendeissohn, o sea, la perfección, la medida exacta, el comedimiento a la hora de la confesión personal, la gracia esquerzante que todos conocemos bien desde que, a los 17 años, Mendelssohn compusiera la obertura para El sueño de una noche de verano. El sentimiento romántico, hecho norma, erigido en potencia clásica, encontró en los músicos de Tel ,Aviv una explicación nítida y puntual. El éxito más rotundo acompañó al cuarteto visitantie. Escuchamos música-música y no sólo notas como tantas otras veces.

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