El padre de la joven herida dice que su hija debia estar en la manifestación
ANABEL DIEZ / ROCÍO GARCIA Valentín Prada sintió temor el pasado viernes cuando su hija María Luisa le dijo que iba a la manifestación estudiantil en el centro de Madrid. Sintió miedo porque sabía por experiencia propia "lo que son esas cosas". "Pero yo no podía decirle que abandonara sus obligaciones de lucha por las reivindicaciones del colectivo al que pertenece". Su madre, Teresa Berenguer, no pensó en esta segunda parte. Incluso le advirtió que se quedaría sin una excursión a la sierra con sus amigos si asistía a la concentración. Valentín Prada encabezó el movimiento de afectados por el síndrome tóxico, que él mismo y su hija pequeña padecieron. Muchos años antes había creado la primera asociación de vecinos de Vallecas. "Soy obrero y, por tanto, de izquierdas" se define.
María Luisa Prada Berenguer, de 14 años, estudiante de primero de BUP, continuaba ayer ingresada en la unidad de recuperación del hospital Clínico de Madrid, con una bala alojada en el glúteo derecho. La adolescente recibió este disparo durante los incidentes entre estudiantes y policía ocurridos el pasado viernes. Según el parte médico de ayer, el estado de la paciente era satisfactorio dentro de una recuperación normal, aunque el pronóstico sigue siendo reservado. Previsiblemente, hoy abandonará la unidad de recuperación y será trasladada a una habitación.Su traslado será acogido con entusiasmo por los numerosos amigos y amigas que esperan en la puerta del hospital desde el pasado viernes en el vano intento de ver a María Luisa.
La familia de María Luisa está formada por cinco hermanos más, de edades comprendidas entre 24 y 8 años. Cuatro de ellos -los dos únicos varones, la propia María Luisa, la quinta, y la pequeña- viven en casa con sus padres. La mayor se casó con un empleado de banca y se trasladó a vivir a Canarias y, con ellos, otra hermana. "Aquí el curro estaba muy mal y allí encontró un buen empleo", dice el padre, refiriéndose a la hija soltera, sin especificar más detalles.
Todos ellos se muestran especialmente recelosos de que su drama se convierta en "una historia de El Caso" y rechazaron tajantemente recibir a periodistas en su domicilio. El padre, sumamente delgado y con peinado y barba becquerianos, trabaja por su cuenta pintando en domicilios. Hubo un tiempo en el que se vio obligado a abandonar el trabajo, cuando sufrió las consecuencias del síndrome tóxico.Rechaza Valentín hablar de "aceite de colza", probablemente alineado en las tesis que descartan el aceite como causa desencadenante de su tragedia. Valentín Prada fue uno de los cabezas del movimiento que se formó en torno a los afectados por la enfermedad. Pero mucho antes, hace ya casi 20 años, este hombre creó una de las primeras asociaciones de vecinos de Vallecas. La familia vive en una casa modesta del barrio madrileño de Vallecas. Los dos varones trabajan con el padre en la pintura. María Luisa, de 14 años, y la pequeña, con ocho, van al colegio. Unos han sacado la tez y los ojos profundamente negros del padre; otros, los ojos azules y el cabello rubio de Teresa, la madre.Valentín nació en Lavapiés y su mujer y sus hijos también son madrileños. "Madrileños puros" recalca. Una vez dicho esto, pone de manifiesto con profusión su actitud reacia a que se hable de las "intimidades" de la familia. Tiene un pudor exacerbado a "hacer el ridículo". "No quiero que los del barrio, que me conocen, digan '¡Valentín, cómo has contado esas cosas!".
El deseo de guardar su intimidad le lleva a dejar en el aire la pregunta de si ha pertenecido o pertenece a algún partido político. "No voy a responder a eso porque yo trabajo en casas de muchas personas de muy diferente ideología y no quiero que nadie se moleste", explica. Es inevitable, no obstante, que de sus apasionadas palabras se desprenda su simpatía por partidos de izquierda.
"Yo", precisa, "soy un obrero y, como tal, soy de izquierda. Eso me dijeron hace mucho tiempo: que los obreros eran de izquierda. De tanto repetirlo, yo reflexioné sobre ello y me percaté de que quienes decían eso tenían razón", dice con sorna evidente.
Valentín Prada proclama ser analfabeto. "Cuando tenía edad de ir a la escuela", explica, "tuve que trabajar para comer. Por eso he querido que mis hijos estudien; no para que alcancen puestos de poder, sino para ellos mismos como personas". En su afán de guardar la intimidad familiar, no concreta los estudios de sus hijos, a quienes considera "suficientemente formados".
Justicia para todos
Valentín confiesa un exacerbado sentido de la justicia y mezcla sus opiniones sobre "la igualdad de todos ante la ley" en términos generales con lo que le ha ocurrido a su hija. "Yo he leído un poco de la Constitución y sé que proclama la igualdad para todos". Con estas palabras quiere dejar patente su convencimiento de que para los responsables de que en la manifestación estudiantil hubiera tiros debe existir algún tipo de consecuencia."Podrían haber caído muchos chicos y chicas, porque, cuando se dispara, tiran a dar y las balas se han hecho para matar". El primer pensamiento que tuvo Valentín cuando conoció, por compañeros de su hija, lo ocurrido fue de un terrible miedo por lo que pudiera ocurrir a María Luisa. "Cuando supe que estaba fuera de peligro, mi segundo pensamiento fue claro: quería justicia; que se juzgue a los culpables".
Mientras el padre atiende a los periodistas, la madre, Teresa Berenguer, de 43 años, permanece desde el viernes en la sala de espera de la unidad de reanimación. Teresa, una mujer de mirada dulce que ha dedicado sus años de casada a cuidar de su casa y de sus hijos, se muestra preocupada por las consecuencias que para su hija pueda tener la permanencia en una unidad de reanimación durante tanto tiempo. "Está despierta y tranquila, pero el panorama de alrededor [una sala con 6 o 7 enfermos más, algunos de ellos gravísimos] es desolador", afirma la madre de la joven herida.
Teresa, que pudo pasar ayer por la mañana media hora al lado de su hija, dice que María Luisa se ríe y habla constantemente con las enfermeras. "Esta mañana me ha pedido que le traiga sus cascos para al menos poder oír música y hoy [por ayer] le he dado un libro que le han regalado sus aniigos".
María Luisa, que pregunta de manera constante por sus amigos ("hija, te preocupas más por tus amigos que por tus hermanos", le reprocha dulcemente su madre), no quiere recordar lo ocurrido el pasado viernes. "Cuando empieza a contarlo, se pone nerviosa y se le saltan las lágrimas", dice Teresa.
Loca por la danza
María Luisa Prada es una excelente bailarina. Desde los 10 años ha acudido a clases de ballet en una academia del barrio y hace dos meses su profesora de baile le aconsejó el traslado a otro centro de nivel superior para continuar los estudios con mayor profundidad. "Tiene grandes dotes para el baile", fue la razón que dio la profesora para el cambio.María Luisa se ha mostrado especialmente preocupada por si las lesiones producidas en la manifestación le impedirán la continuación de sus clases. La hipótesis hasta ahora sostenida por los médicos de que sería mejor que la bala permaneciera indefinidamente en su cuerpo también preocupa a Teresa, la madre de la joven. "No quiero ni pensar que tuviera que dejar el baile", afirma, conoce dora como nadie de la pasión que su hija siente por la danza clásica.
Las tardes de María Luisa transcurren inexorablemente en torno al baile. Primero en la academia y después en el instituto, donde ella inicia en el bai le a primerizas. Su madre repetía ayer en el hospital machaconamente a sus amistades esta preocupación, que le hacía prorrumpir en sollozos cada vez que lo recordaba. Según comentó una amiga de la familia, Teresa transmitió al ministro de Educación, José María Maravall, esta preocupación durante la visita que el mismo viernes por la noche realizó a la estudiante.
El responsable del departamento de Educación, que, según testigos, departió muy cariñosamente con la herida, no pudo saludar, como fue su deseo, al padre de la joven. Testigos presenciales aseguran que un escolta del mínistro se dirigió a Valentín Prada comunicándole el deseo de Maravall de saludarle y mostrarle su pesar por lo ocurrido. El padre de la joven rechazó tal invitación.
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