El embrollo de Ecuador
EL CONGRESO ecuatoriano, después de un largo debate y en un ambiente tenso en todo el país, ha votado, por 38 votos contra 29, una moción pidiendo al presidente de la República, León Febres Cordero, que dimita. En el mismo sentido han hecho declaraciones públicas algunas de. las personalidades más prestigiosas del país, intelectuales y hasta antiguos presidentes, como el democristiano Oswaldo Hurtado, que fue el antecesor de Febres en el palacio presidencial. Rara vez un presidente en ejercicio, en ningún país, ha caído en tal grado de desprestigio como le ocurre hoy a Febres Cordero. Lo lógico hubiese sido que presentase su dimisión por su propia cuenta, una vez liberado del secuestro que sufrió en el cuartel de Taura, durante el que demostró su escasa fe en sí mismo y en la autoridad que representa. Como persona privada, se puede comprender que haya aceptado las condiciones que le imponían los que amenazaban con matarle. Pero un jefe de Estado no puede firmar la impunidad de los secuestradores y la libertad del general Vargas sin poner en entredicho el honor del propio Estado. La dimisión de Febres es la única salida digna, y a la vez legal y democrática, a la crisis.Hace pocos meses, con motivo del secuestro de un financiero, Febres declaró en televisión que jamás negociaría con delincuentes, ni siquiera si su mujer o su hija fuesen secuestradas, y ordenó el asalto a la casa donde estaba preso el financiero, resultando muerto éste, los secuestradores y varios policías. Cuando le ha tocado a él, ha. hecho lo que ha hecho, demostrando que las declaraciones altaneras, que tanto estima, están a años-luz de su conducta real. Otro factor que el debate en el Congreso ha puesto de manifiesto es la política nefasta seguida en toda su etapa presidencial, con un desprecio sistemático del Congreso. En el caso del general Frank Vargas, una demanda de amnistía fue votada en septiembre pasado por el Congreso. La cerrazón del presidente, que le lleva a colocarse siempre por encima del órgano de la representación nacional, se descubre así en el origen de su propio secuestro. La libertad de Vargas, que negó a la representación del pueblo, se la ha otorgado a un grupo de militares rebeldes.
Febres, para intentar desvirtuar la votación del Congreso y justificar su negativa a dimitir, atribuye todo a una maniobra de la extrema izquierda. Sin embargo, la mayor parte de los diputados de la oposición es democristiana y socialdemócrata moderada. La fórmula que propone el Congreso -que el vicepresidente asuma los poderes del Estado- significa simplemente cumplir la Constitución. Quizá por ese camino, y sólo por él, sería posible recuperar un consenso nacional, resolver el caso del general Vargas y preparar en condiciones las elecciones de 1988. Sería la vía de la consolidación de la democracia
Si Febres se mantiene frente a la demanda del Congreso, las grietas en el cuerpo nacional se agrandarán. Cuenta con el. respaldo de la Embajada de EE UU, que ha hecho una declaración poco diplomática que de hecho apoya al presidente. Éste se ha sometido siempre a los deseos de Washington, hasta el extremo de oponerse a los esfuerzos de paz de Contadora. Febres tiene también el apoyo de la oligarquía, de la que forma parte. Pero su política crea un descontento cada vez más explosivo en amplios sectores de la población. En cuanto al Ejército, las corrupciones que Febres consiente y fomenta entre muchos altos mandos son un factor desestabilizador, aunque logre así determinadas fidelidades. Mientras el presidente estuvo en manos rebeldes, su libertad era condición decisiva para salvar la democracia. Ahora hace falta que la democracia constitucional conserve y consolide su autoridad y su dignidad. Es difícil que ello pueda lograrse si Febres no dimite.
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