Javier Mariscal será el único español en una muestra de diseño del Centro Pompidou
El creador valenciano intervendrá en la Documenta de Kassel
El diseñador, ilustrador y pintor valenciano Javier Mariscal será el único representante español en una muestra de diseño mundial denominada Nuevas tendencias: las vanguardias a finales del siglo XX, que organiza en abril el Centro de la Creación Industrial del Centro Georges Pompidou, de París. Del polifacetismo de Mariscal da una idea el hecho de que la revista especializada barcelonesa De Diseño haya decidido dedicar su primer número monográfico a una exhaustiva antología y cronología de su obra en distintos campos. Asimismo, Mariscal ha sido elegido para participar, como diseñador, en la Documenta de Kassel de este año, y el próximo 3 de febrero abre una exposición individual en la galería Moriarty de Madrid.
Javier Mariscal es, a sus 36 años -le encanta repetir que "en el año 2000 tendré 50 tacos"-, una mezcla de niño grande vulnerable, poeta etéreo, artesano aplicado, idealista endurecido y astutísimo negociante.La ubicuidad de sus telas, sillas, mesas, carteles, sofás, lámparas, ceniceros, edredones, insignias y adhesivos lo demuestra, como lo prueba la densa y bien ordenada recopilación realizada, por la revista De Diseño en su primer número monográfico. "Queríamos hacer una revista que fuera, al mismo tiempo, exhaustiva y fiel al espíritu de Mariscal. Ordenar las muchísimas cosas que Mariscal ha hecho en estos diez últimos años ha sido un trabajo a veces arduo, pero agradecido", explica JulI Capella, director de De Diseño.
"¿Que de dónde me sale todo esto? No lo sé muy bien; no es que no me guste teorizar, es que no soy capaz y en el fondo no me importa", señala Mariscal. "A lo mejor, todo viene de una tarde calurosa, de ésas que hay en Valencia, mientras me leían a Machado o algo así y a mí se me ocurrió que por qué no hacer poesías en las que salieran Vespas, o cafeteras, o coches. Yo funciono mucho por corazonadas y luego me pongo muy contento si las cosas van en esa dirección. Por ejemplo, el pop-art fue fundamental, para mí, me hizo sentir como alivio. Yo me muevo por cosas que me hacen sentir bien, como cuando voy a un bar y oigo una música que me toca muy de cerca y me hace vibrar; pienso que lo que quiero hacer es algo así, que un objeto sea como esa música", dice.
Sin perder comba
Quienes conocen a Mariscal desde antiguo -desde Valencia o desde sus inicios barceloneses a la sombra del boom ramblero de fines de los años 70; desde los happenings del barrio Gótico barcelonés o desde su estadía ibicenca y contracultural de dos años de duración- coinciden en afirmar que el diseñador "no se corta una peseta", rindiendo con ello tributo a una desarmante desenvoltura, disfrazada de candor, que parece ser actitud vital.Pero además sería justo decir que Mariscal no pierde comba: su mente, aparentemente fluida, funciona con rapidez y precisión de ordenador, y gracias a ello puede evocar el despertar de su sensibilidad, dibujar formas abstractas sobre un papel mientras habla, prestar atención a su hija enferma en la habitación contigua, sostener una muy pragmática conversación telefónica de negocios con un interlocutor lejano y enumerar sus proyectos.
Respecto a la muestra del Centro Pompidou dice que fueron los de Centro de Creación Industrial los que nos pidieron a una serie de creadores -Paolo Deganello, Alessandro Mendini, Phillipe Starck, Hans Hollein, Ron Arad, Toshiyuki Kita y yo- que nos inventáramos un espacio cada uno. Esto se reunirá en uno de los atrios superiores del Beaubourg, junto a las escaleras de acceso. Yo hago un montaje que parte de alguna manera de las sillas. Las sillas dicen mucho. He trabajado las formas de las sillas, las he yuxtapuesto, etcétera. Me han salido una especie de muebles que son como una familia numerosa: uno es grande, otro pequeño, otro un poco tonto, otro algo más cursi y así. Todo ello irá situado sobre una alfombra que he hecho, de 6 X 6 metros. Mi idea es que alguno de estos muebles se fabrique".
En la cronología de Javier Mariscal hay un año -más bien un período, alrededor de 1977- crucial, que marca el inicio de su polifacética actividad como diseñador. "El año 1977 marca el regreso de Ibiza, un momento en que tuve definitivamente claro que quería vivir del dibujo y de la ilustración", explica Mariscal.
Un menú para 10 años
"Entonces, al regreso a Barcelona, me encontré con todo un ambiente muy creativo, un grupo quizá un poco adolescente, en el que todos nos proyectábamos mucho en las historias, todo el mundo trabajaba muy emocionado. Estábamos con Nazario, con Montesol y con mucha otra gente. Por aquel entonces, un grupo de conocidos hizo el primer vídeo artístico que se hacía en Barcelona. Éramos todos de la misma generación y buscábamos algo así como nuevas profesiones. Había cantidad de estímulos y yo, casi sin darme cuenta, vi allí lo que podía ser el menú de los próximos 10 años, a partir de cosas como unos jerseis sobre dibujos míos que habían tejido unas amigas, cristales pintados, algunos muebles que empezaron a encargarme, la decoración de un bar... fue como una especie de cruce de ondas que hoy en día sería muy difícil. Y yo me aproveché de todo esto y, además, encantado de aprovecharme".En el pragmatismo de Mariscal puede haber lugar para los incisos poéticos, pero no hay resquicio para la nostalgia: "La diferencia entre entonces y ahora es que nadie era profesional y ahora hay gente que lo es. Es posible que se pierda intensidad naïf, pero se gana intensidad de trabajo por un tubo; lo de antes era algo muy joven, muy ecologista y con el corazón en la mano y ahora la cosa va más bien de verlas venir y funciona mucho el rollo del dinero. Es cierto que han cambiado mucho las relaciones, pero la cosa ha evolucionado muy bien".
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