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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ahronovitch, director de fuego

Filarmónica de EstocolmoCiclo Grandes Orquestas del Mundo. Director: Yuri Ahronovitch. Obras de Dvorak, Berwald, Wagner y Stravinski. Teatro Real. Madrid, 17 de enero.

Estocolmo cuenta con dos grandes orquestas: la Filarmónica (fundada en 1902) y la de la Radio (creada en 1927). Si la fisonomía de la segunda debe mucho a Sergiu Celibidache, su titular entre 1962 y 1971, y a su continuador, Herbert Blomstedt, la Filarmónica se hizo con batutas como las de Talich, Busch, Schmldt-lsserstedt, Comissiona, Rodzensvenski, Dorati y, desde hace seis años, Yuri Ahronovitch, con el que nos visita ahora.

Ahronovitch (54 años) posee como principal rasgo característico una vitalidad expansiva que anima todas sus versiones dotándolas de una fuerte comunicabilidad. Hasta ciertos excesos en la planificación dinámica o una frecuente ausencia de sosiego quedan compensados ante el,gran público (término que uso sin, intención peyorativa) por esa potencia irresistible que no es sino resultado de la personalidad del maestro ruso / israelí. Discípulo de Sanderling y Rakhlin, Ahronovitch dejó en 1972 la URSS, y ha pasado por la titularidad de la Filarmónica de Israel, la Gürzenich de Colonia y, al fin, la formación sueca. En su país natal condujo la de Radio Moscú.

La amplitud de repertorio de Ahronovitch le permite programaciones muy variadas, y esta vez, salvo el Viaje de Sig/rido por el Rin, estuvo ausente el gran pathos romántico. Tras una rutilante exposición de -la obertura Carnaval, op. 92, -de Antonin Dvorak, Ahronovitch explicó con claridad la Sinfonía Singular, de Franz Berwald (Estocolmo, 1796-1868), autor, entre otras obras, de la ópera La estrella de Soria, sobre libreto de Ernst Adam Wallmark.

En 1905, la Filarmónica de Estocolmo estrenó la Sinfonía Singular, la más divulgada entre las seis compuestas por su autor, y en la que se revela una escritura de clara trama y buen andamento, dentro de un estilo más relacionable con Mendelssohn que con Schumann. En definitiva, Berwal es el gran clásico de su país, a cuy o sinfonismo le deben algo Stenhamer, Alfven, Peterson-Berger, Natanel Berg, Kurt Atterberg (cuyas sinfonías merecen figurar alguna vez en programa), Ture Ranstrom y, en fin, Hilding Rosenberg, maestro ya de los contemporáneos.

La orquesta -flexible y con buen sonido, sobre todo en las cuerdas- demostró que los fríos escandinavos no obligan a paralela frialdad expresiva, pues a las órdenes apasionadas de Ahronovitch se comportaron cual fogosos latinos. Su Wagner tuvo extremada plasticidad, y su Pájaro de fuego reclamaba casi el aviso urgente a los bomberos.

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