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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El juego oriental

EL RECIENTE viaje de Felipe González a Túnez y Egipto tiene un relieve particular. A diferencia de tantas acciones diplomáticas españolas, desborda los marcos bilaterales y tiende a dar una contribución seria a la solución de uno de los problemas más graves planteados en la escena internacional. Sus declaraciones en Túnez y en El Cairo responden a la preocupación de las cancillerías ante el grave deterioro que está sufriendo la situación en Oriente Próximo. Al reiterar posiciones que España ya ha defendido en anteriores ocasiones, y concretamente en el momento en que estableció relaciones diplomáticas con Israel, González ha agregado precisiones significativas que tienen en cuenta los últimos desarrollos en la región. La visita del rey Hussein a París casi en los mismos días, las anteriores entrevistas de éste con el presidente egipcio Mubarak, la reciente visita a Amman, Jerusalén y El Cairo de un delegado norteamericano y la futura cumbre islámica de Kuwait indican que el viaje del jefe del Gobierno español se ha producido en el marco de una intensificación de los esfuerzos por buscar vías de solución a los conflictos de Oriente Próximo.La primera idea destacada por Felipe González es la necesidad de una conferencia internacional con la participación de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad y de todas las partes interesadas en una solución pacífica del problema palestino. Esta idea ha ganado adeptos en los últimos tiempos, tanto en el mundo árabe como en Europa. Hussein y Mitterrand acaban de reiterar la necesidad de su celebración. Lo esencial de la iniciativa es que perfila el ámbito de las negociaciones indispensables, que no pueden limitarse a Israel con un interlocutor árabe; una larga experiencia ha demostrado la esterilidad de esa fórmula. Dos Estados se oponen hoy de modo explícito a la conferencia: Israel y EE UU. Ello obliga a Europa, y es una de las ideas en las que Felipe González ha insistido, a adoptar una actitud más resuelta para convencer a EE UU de que no cierre el paso a esta solución.

El otro punto notable en las declaraciones de González ha sido su respaldo a la participación de la OLP en las negociaciones. Los recientes choques armados en el sur de Líbano han servido para poner de relieve la autoridad de la OLP entre los refugiados palestinos. Ocurre lo mismo entre los palestinos de los territorios ocupados por Israel. Negar un lugar a la OLP en la negociación, como pretenden Israel y EE UU, es cerrar los ojos ante la realidad o usar la negociación como un señuelo para prolongar las condiciones actuales. Hussein, a pesar de la ruptura de su acuerdo con Yasir Arafat, acaba de reafirmar en París que sigue considerando a la OLP como la representación auténtica del pueblo palestino. González ha subrayado que la raíz de muchos casos de terrorismo está en la prolongación de las condiciones desesperadas en que viven en los campos miles y miles de palestinos. Una política seria ante el terrorismo internacional no puede olvidarse de este hecho.

Los países meridionales de Europa, Italia, Grecia, Francia y España, tienen opiniones más cercanas sobre estos problemas, y Felipe González ha expresado ideas que gozan ya de bastante aceptación europea. Sin embargo, hacen falta mayores esfuerzos políticos para lograr que el conjunto de los países de la CE adopte una actitud más dinámica.

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Por su parte, Israel pone de relieve que la URSS no tiene relaciones normales, lo que dificultaría una conferencia internacional sobre Oriente Próximo. Los pasos que la URSS inició para superar esa anomalía hoy parecen interrumpidos. Aunque están en juego otros factores, es probable que el temor a reacciones negativas en el mundo árabe sea una de las causas de las reticencias soviéticas. Temor exagerado a la luz de nuestra experiencia: si la posición española sobre Oriente Próximo tiene hoy un peso mayor, se debe en parte a que hemos normalizado nuestras relaciones con Israel. Sin consecuencias negativas para los lazos de amistad de España con los países árabes.

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