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Solana, perdido en el zoco

Carmen Romero, esposa de Felipe González, sorprendió ayer a los tunecinos al acudir como una turista más al medio popular para visitar el zoco de la medina de Túnez, un laberinto de calles estrechas y rampeantes, punto de encuentro de artesanos, comerciantes y charlatanes, y uno de los rincones más atractivos y sugestivos de la capital. El ministro de Cultura, Javier Solana, que la acompañaba, se perdió en el recorrido, con la lógica intranquilidad del séquito, en su mayoría femenino, que seguía a la segunda dama española.Solana, con una amplia gabardina tipo Bogart, apareció pronto, orientado por algún que otro periodista también rezagado, aunque apretujado entre personas que se cruzaban, en su mayoría transeúntes, viandantes, mercaderes, mujeres cubiertas que iban y venían a la compra y algún que otro lazarillo con su respectivo invidente.

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Carmen Romero, que vestía un conjunto de falda y chaqueta en tonos marrones, a juego con el bolso y sus zapatos, recorrió el zoco junto a la mujer del primer ministro, Rachid Sfar; la esposa del embajador en Túnez, Genoveva Conde de Fournier, y el desaparecido y después encontrado Solana. Los comerciantes admitieron que la mujer de González compró una gama variada de perfumes orientales, acudió a una exposición de alfombras y tapices, se quedó maravillada ante los trabajos de ferrería que se exhiben en los comercios, y fue obsequiada con una kfas, la popular jaula tunecina de tonos blancos y celestes, colores que predominan en el país.

Almuerzo por separado

El recorrido duró una hora, justamente antes del mediodía, y se dice aquí en Túnez, país árabe, pero bastante occidentalizado, que se trata de la primera vez que se ve a la mujer del primer ministro (por la esposa de Sfar) de anfitriona o acompañante de huéspedes oficiales. Carmen Romero, en un principio, iba a viajar a Monastir, Sus y Keruan, ciudades distantes de Túnez, pero este programa se anuló y se le permitió estar más cercana geográficamente de su marido, en esos momentos en intensas conversaciones, entre ellas, con el anciano presidente de la República, Habib Burguiba.Los esposos González almorzaron por separado. Ella, con su séquito, en un hotel, y él, con el presidente Burguiba. El Combatiente Supremo, como aquí se conoce a Burguiba, le ofreció un almuerzo oficial en su palacio de Cartago. A excepción de Burguiba, a quien le fue facilitadei un régimen especial alimenticio, y que según los comensales apareció en todo momento lúcido, todos los demás comieron break tunecino, una especie de empanad¡ lla de pasta fina rellena de huevo y atún; dorada de la bahía de Túnez, un combinado de pollo y cordero y dátiles de postre.

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