"La literatura debe dar un giro y servir utopías a los lectores", afirma Manuel Vicent
El ganador del Premio Nadal define su obra como una parábola visual y estética
El ganador de la 43ª edición del Premio Nadal de novela, Manuel Vicent, se planteó la escritura de Balada de Caín -la obra galardonada en la fiesta literaria barcelonesa del día 6- como una especie de reto a sí mismo para escribir a un ritmo distinto. Un reto formulado tras casi dos décadas de dedicación a la literatura y el periodismo para, según el autor, "variar el tempo de escritura, salir un poco del hábito de escribir presionado por los apremios de tiempo y espacio". Pero más allá de los hábitos y estímulos del escritor, o del intuible pesimismo optimista de Vicent ("el pesimista quiere que las cosas tengan una salida"), el origen de Balada de Caín es la convicción de su autor de que la literatura debe servir utopías.
"Pienso que la literatura debe dar un giro y servir utopías", explica Manuel Vicent; "yo creo que la gente ya no desea que le cuenten historias cutres y terribles, sino historias desarrolladas y contempladas desde la fantasía. Creo que la fantasía es un medio para interpretar este mundo tecnológico que se nos viene encima desde una perspectiva no mágica, sino utópica, imaginativa y estética".La conversación con Vicent se desarrolla en la sede de Ediciones Destino de Barcelona, a la mañana siguiente del fallo del Premio Nadal. El ajetreo de la noche anterior y las constantes interrupciones para explicar una y otra vez el argumento de su novela y responder a preguntas forzosamente semejantes, no parecen hacer mella en el escritor, de quien sorprende su mirada fluida y al tiempo certera, y un relativismo irónico propio de caballero inglés amante de los clásicos griegos. Y eso que, en el momento en que un jurado compuesto por Lorenzo Gomis, Juan Ramón Masoliver, Luis Suñén, Andreu Teixidor, Antoni Vilanova y Julián Viñuales otorgó el último Premio Nadal, habían transcurrido 22 años desde que Vicent ganó su primer galardón literario (el Alfaguara de 1966, con Pascua y naranjas) y siete desde que obtuvo el segundo (el Premio César González Ruano de 1980, por No pongas tus sucias manos sobre Mozart).
El porqué ha elegido a Caín como el personaje de su novela resulta completamente obvio y útil para Vicent. "Caín", dice, es un personaje muy literario, cuya figura es susceptible de elaborar con ella múltiples metáforas. Por otra parte, la figura de Caín está tan cargada de líteratura con todo tipo de significaciones y,desde multitud de ideologías, que me atraía mucho desde el punto de vista estético, para elaborar una serie de metáforas visuales". Para el ganador del Premio Nadal 1987, "Caín es un pretexto estética y literariamente operativo, el vehículo y catalizador de la parábola visual y estética que me propuse hacer". En cuanto a la novela, Vicent la define, muy gráficamente, como "un retablo".
Un viaje de imágenes
La imagen, la creación de metáforas visuales y la preocupación por convertir su escritura en un recorrido visual son señas de identidad de la obra anterior de Vicent, pero en Balada de Caín estas características quedan, si cabe, realzadas. "A este nivel", explica el autor, "da lo mismo que sea una novela que una crónica de las que escribo en el diario; no escribo nada que no pueda imaginar y no imagino nada que no pueda visualizar".Otro de los puntales de la aproximación de Vicent a la escritura es el concepto del viaje y de la descripción, de paisajes y personas, un rasgo del que fue altamente representativo su recorrido por la Europa comunitaria, publicado en este diario y recogido luego en el libro Ulíses, tierra adentro (Ediciones EL PAÍS).
"Uno viaja", dice Vicent, "sin salir de uno mismo; hay que recuperar la mirada subjetiva, la mirada del viajero romántico del siglo XIX. ¿Qué se puede descubrir, objetivamente, de Europa, en estos tiempos, que no haya sido ya descrito? Llega un momento en que el paisaje se convierte en una pared-frontón y por eso, para el escritor de viajes o para el viajero escritor, resulta complicado seguir el tópico -aparte de que los tópicos sobre los países existen- o pretender hacer el antitópico".
Época posliteraria
Un ingrediente importante en la actitud literaria de Vicent es su aproximación integradora al periodismo y la literatura, las dos dedicaciones que,para él son una sola. "Para mí", dice, " no existe la frontera: es escritor el que escribe y el soporte no importa; una crónica de sucesos o de un viaje presidencial bien redactada puede ser una obra maestra. Ahora que ya no hay géneros y que estamos viviendo una época posliteraria, yo creo que lo que pasará a la historia, si la hay, es lo que sacan los periódicos y la televisión".Vicent explica su expresión "época posliteraria" diciendo que "todo se sirve al momento, el consumidor de literatura está bien servido por todos lados, nadie lee casi nada, para tomar un libro hace falta un tiempo distinto, otro fluir de las horas". Y esto lo dice un hombre tan bien adaptado a las exigencias de la prisa periodística, que confiesa que "la prisa actúa a veces como estimulante para la escritura y, de hecho, muchas veces las cosas que se me ocurren se me ocurren la última media hora antes de entregar un artículo, pero esto es lo que quería variar al escribir este libro, quería escribir con un tempo distinto y con una sensación de espacio ¡limitado que habitualmente no tengo".
"Yo creo", concluye Vicent, que lo que hay que hacer hoy es escribir en los periódicos, lo cual no es nuevo, porque una parte de la literatura del siglo XIX fue escrita primero en periódicos. Hay una saturación de ficción, de datos, de aparatos, de posibilidades, y entonces el soporte pasa a ser lo de menos. Pero el hombre aún necesita fabular, aún necesita que le desrealicen la realidad".
"He elegido Nueva York porque es una metáfora"
El punto de vista subjetivo del viajero adquiere importancia en Balada de Caín, puesto que parte de la novela transcurre en Nueva York. Pero Vicent no teme que le atribuyan la adscripción a la moda neoyorquina."He elegido Nueva York porque es una metáfora", explica; "Nueva York es una especie de receta, la metáfora de la ciudad y de la modernidad a un tiempo. En la novela, opera en este sentido: es la ciudad universal, aunque sin caer en la moda del panegírico neoyorquino. Manhattan es como la jaula de un zoológico dentro de la cual se está produciendo una mutación, una forma de ser distinta en el ser humano, un salto cualitativo. Y, al mismo tiempo, Manhattan es como un teatro, una especie de Disneylandia para mayores, en la que la gente se pasa la vida representando el papel de neoyorquinos".
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