Zoofilia para menores
Howard, un nuevo héroe es el más exótico producto salido de la factoría Lucas. No porque falte el ya consabido despliegue de efectos especiales, sino por el extraño destino comercial que acompaña el invento, fiasco del año en Estados Unidos y enorme éxito de taquilla en Japón.Las razones de esos destinos contrapuestos se nos escapan, aunque algo tenía que pasar con esta versión descreída de E. T Porque de eso se trata.
Howard es un pato, pero un pato recién llegado de otro planeta por un quítame allá ese láser. Cuando arriba a la Tierra, el pintoresco palmípedo no tiene que superar un proceso de adaptación penoso, ése en que aparecía entretenido el pequeño forastero de Steven Spielberg, que hizo célebre lo de "teléfono..., mi casa", en tanto que símbolo de su deseo de regresar a su planeta y de su incapacidad para aprender las normas gramaticales vigentes en cualquier tribu más dotada para los idiomas que los comanches del cine.
Howard, un nuevo héroe
Director: Willar Huyck. Intérpretes: Lea Thompson, Jefl`rey Jones, Tim Robbins, Ed Gale, Chip Zien. Guión: W. Huyck y Gloria Katz. F.tografia: Richard Klíne. Música: John Barry. Estadounidense, 1986. Título original: Howard the duck. Estreno en Cristal, Gran Vía, La Vaguada M-2 y Salamanca. Madrid .
George Lucas, que es uno de los reyes de la moda de los cuentos de hadas, parece haber perdido la ingenuidad o la capacidad para simularla. Su Howard es más un cruce entre Hughes y Tío Gilito que un digno émulo del siempre malhumorado Donald.
Incluso su devoción por una pulcra y guapa rockera no es comparable a los amores con Daisy, entre otras cosas porque ella es una artista que actúa y triunfa ante el público -un poco como las stars seducidas por el encanto y los millones de Hughes-, y las manifestaciones flisicas de cariño exigen un mínimo de zoofilia, aunque sea rosa.
Universo prosaico
El protagonista de este curioso cuento llega a la Tierra sabiendo todo lo que el pobre E. T. desconocía. En su planeta, Howard trabaaba como guionista de televisión, en un mundo muy parecido al nuestro.Nada de guerras galácticas, de leyendas medievales instaladas en el cuerpo de luchadores que cabalgan naves espaciales, sino un universo prosaico, uniforme, en el que la copia es la norma y en el que lo extraño lo es sólo superficialmente.
No hay derecho a la diferencia: la televisión lo ha uniformizado todo: planetas, hombres y patos, difundiendo un espíritu mimético que el tópico quiere que aparezca como consustancial al japonés.
Quizá ésa sea la clave del éxito, pero, en todo caso, no garantiza que lo sucedido en Oriente , tenga que repetirse aquí, y de ahí que el título español, así como la publicidad gráfica, hayan procurado ocultar el truco de la película: que Howard es un pato.
Babelia
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