Puerta 'versus' torre
La Puerta de Alcalá y la torre de Valencia son, próximos y singulares, dos hitos urbanos de gran importancia dentro de la ciudad de Madrid.No sé muy bien por qué, pero la Puerta de Alcalá está de moda; quizá porque una conocida pareja de artistas la han utilizado como inspiración para realizar una pachanguera e increíblemente popular canción. Y parece ser que esta moda no sólo es de afirmación de la propia puerta, sino de destrucción de cuanto la rodea.
Por otra parte, se habla, como cuando se construyó, de la torre de Valencia. Se habla demasiado, y se habla demasiado mal.
El destino ha querido que puerta y torre estén juntas, a pesar de quienes, alcaldes incluidos, pretenden romper su amistad eliminando una de ellas. Tal vez haya que explicar a quienes tienen el poder de decisión que las cosas no son tan simples como sus mentes de postal costumbrista aprecian.
Puerta y torre son fruto de las intransigencias de anteriores gobernantes de Madrid:
La puerta de Alcalá, realizada por Francisco de Sabatini, se construye entre 1774 y 1778 por antojo de Carlos III, eliminando la puerta anterior, erigida para conmemorar la llegada de la reina Margarita de Austria, esposa de Felipe III.
La Torre de Valencia, obra de Fco. Javier Carvajal, es fruto, aunque delicioso, de la especulación llevada a cabo por el Ayuntamiento en los años sesenta, al dar máxima edificabilidad a un solar, que el mismo Ayuntamiento sacó a subasta, ocupado anteriormente por un parqué de bomberos.
Ni lo viejo, por el hecho de serlo, es sinónimo de bueno, ni lo nuevo, sólo por ser nuevo, ha de ser tildado de aberrante.
Lo cierto es que la puerta responde a una concepción urbana que en nada se parece a la realidad que ahora vivimos. La puerta de Alcalá no enmarca, como se dice con demasiada frecuencia, una perspectiva fascinante. La puerta de Alcalá es, ante todo, un reducto, una isla en un océano de asfalto y automóviles (ésta es la majestuosa perspectiva). Tanto es así que ni siquiera puede acercarse uno a ella: si un osado peatón llegase a sus pies, a su espalda sentiría la presencia de un agente municipal que le recordaría lo inconveniente de su presencia allí, a la vez que sería obsequiado con una cuantiosa multa por pisar el césped (no se puede pisar otra cosa).
La torre de Valencia, en cam bio, está hecha para ser vivida, y con esa vida se nos muestra; no para ser contemplada como una muestra escenográfica del pasado, como el caso de la puerta, aunque es digna de contemplar por quienes no tenemos el privilegio de habitarla. La torre no tiene título, mientras que la puerta de Alcalá es monumento nacional desde 1976, pero es un magnífico ejemplo de la arquitectura moderna, reconocida nacional e internacionalmente.
Ninguna de las dos podrá contarnos nunca lo que sus piedras han oído, visto y sentido. Respetemos, pues, su silencio y dejémoslas tranquilas.- Aitor Goitia.
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