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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un bello circo

Miguel Narros ha compuesto un bello espectáculo con El sueño de una noche de verano, de Shakespeare. La obra da todos los datos necesarios para el desvarío. Midsummer'night es la noche de San Juan -y no una noche cualquiera de verano, como se traduce tradicionalmente en España-, que en toda la mitología europea está teñida de magia, lujuria y misterio. Una de las fiestas de la permisividad es la del solsticio de verano, y Shakespeare la imaginó con este sueño disparatado y bello, cuidadosamente construido -tres planos que se entremezclan, se repiten, se ironizan: la aristocracia de la corte ateniense de Teseo, el grupo de artesanos que ensaya y representa una comedia, los pobladores sobrenaturales del bosque-, que Narros y sus colaboradores utilizan con toda libertad.Mezclan los tiempos: unos posibles años veinte, unas vagas referencias atenienses, una eternidad en lo mágico. Y una versión española de Eduardo Mendoza escrita en lenguaje actual, no desgarrado, con algunos cambios considerables. Pero como sucede con el teatro de espectáculo y escenografía, el texto y la historia pasan a un segundo plano o son pretexto. Lo que se lleva la atención del espectador es otra cosa: el cielo estrellado, los actores que vuelan o reptan o son arrebatados del suelo, los trucos de magia, la acrobacia, las mezclas de colores y de movimientos. Oberón es un brujo, de circo, Titania una vedette... Y el duendecillo Puck un maravilloso enredador en quien todavía revive lo mejor del texto, y hay que señalar aquí, de una manera especial, la interpretación de José Pedro Carrión, que puede hablar colgado de los pies, asomando entre el humo de una escotilla, agazapado en un lateral o en el mismo patio de butacas;.siempre su palabra es justa; su gesto, malicioso, ingenuo, teñido de vanas sexualidades, adecuado.

El sueño de una noche de verano

De Shakespeare. Versión de Eduardo Mendoza. Música de Mariano Díaz. Intérpretes: José Pedro Carrión, Kiti Manver, Hello Pedregal, Nuria Gallardo, Juan Gea, Carlos Hipólito, Mónica Castro, Héctor Colomé, Myriam de Maeztu, Pedro Miguel Martínez,Carlos Alberto Abad, Herlinda Cembrero, Vicenta Domínguez, Enrique Menéndez, Cesáreo Menéndez, Fernando Sansegundo, Juanjo Pérez Yuste, Fabio León, Carmelo Gómez. Escenografía: Andrea d'Odorico y la colaboración de Mario Bemedo. Dirección: Miguel Narros. Teatro Español.

Dos planos creativos

Miguel Narros no siempre consigue la misma flexibilidad o la misma simultaneidad de otros actores, sometidos todos ellos a un dificil ejercicio de resistencia física y de presencia: lo mejor de este reparto es su homogeneidad y su disciplina.En la creación de Narros hay dos planos. Uno de ellos es el de una estética de base, dominado por los espléndidos decorados de D'Odorico -con Mario Bernedo- y los figurines del propio Narros -con Alicia Martínez-; el otro es el del movimiento -no sólo en la acrobacia o la sorpresa, en el circo o en el music-hall que hay en todo ello, sino en el verdadero teatro, con las persecuciones, riñas, reencuentros de las dos parejitas de enamorados cambiantes. No evita la tentación, tan frecuente en el teatro de espectáculo -de dirección y escenografía-, de recrearse en su obra más de lo debido, lo cual le lleva muchas veces a la pérdida de ritmo por acumulación de efectos por no desperdiciar ni una sola ocasión de colocar un invento más. Hay una medida muy dificil de encontrar en este género, que es la de interrumpirlo o desenlazarlo antes de que llegue a ser todo demasiado conocido y a cansar.

Con todos estos elementos, con una música de Mariano Díaz muy adecuada al doble lenguaje -el contemporáneo de Eduardo Mendoza, el plástico y circense de Narros-, la obra tuvo un final entusiasta, con repetidas salidas de todos a saludar, y entusiasmo, sobre todo, ante Narros y José Pedro Carrión.

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