Crónica anunciada

La resolución del Pleno de la Audiencia Territorial de Barcelona denegando el procesamiento del presidente Pujol, de entre todos los títulos barajados, bien merecería el de Crónica de una muerte anunciada.

Lo que ha muerto ha sido la igualdad de todos ante la ley, un principio básico de nuestra democracia y de cualquier otra que se precie desde la Revolución Francesa hasta nuestros días.

Ya la anunció el fiscal Burón Barba con su dimisión, o el señor Pujol con su actitud prepotente e intolerable identificando a Cataluña con su persona, e incluso la han anunciado otros silencios cómplices que bajo pretexto de no inmiscuirse en la división de poderes no han querido expresarse sobre lo que es evidente: se han perdido 350.000 millones de pesetas y los hemos pagado todos.

Tal como están las cosas, con Gobierno socialista para rato, parece ser que el único aliciente que tiene la política es el de convertirse en persona aforada. Hoy por ti y mañana por mí, se dirán unos a otros, y así los lenguaraces, los especuladores o simplemente los aficionados a los pijamas podrán dormir tranquilos.

Este verano, como muchos otros desde hace casi 20 años, lo he pasado en Cataluña, y desde la Costa Brava al Pirineo, pasando por Barcelona, he tenido la ocasión de hablar con muy distintas personas como casi siempre, de su país, de su paisaje y de su paisanaje. Todas ellas pertenecían como simpatizantes o militantes a todos los partidos del espectro político catalán y todos ellos estaban enfadados con Madrid, por dos motivos: uno, porque no les daban dinero; otro, porque iban a procesar a Pujol. En este caso, el enfado adquiría tintes de amenaza: "Si procesan a Pujol, Cataluña se echará a la calle", y esto me lo decía una persona afin al PSUC.

La infraestructura de la historia es económica, pero es que los catalanes se pasan. Por otro lado, no entiendo que un pueblo que tiene a orgullo su famoso seny no perdonen al Gobierno socialista (o de Madrid, que para ellos es lo mismo) la falta de transferencias y, sin embargo, le perdonen o, mejor dicho, ni siquiera permitan, que se ponga en duda la honestidad de un personaje que ha hundido una institución tan representantiva de Cataluña y que podía haber arruinado a gran parte de sus habitantes a no ser porque el siempre denostado Gobierno de Madrid intervino con el dinero de todos. Lo grave es que a esto se le llame fer país y al responsable se le confieran tintes de héroe nacional.

Pienso que aquí todos hemos perdido, nadie ha ganado, en contra de lo que opinen aquellos que quisieran ver al honorable sentado en la Moncloa o como jefe de la oposición; pero los que más han perdido han sido los catalanes que, además de perder un banco, han perdido credibilidad por parte del resto de los ciudadanos del Estado, que ya en los años 1967 y 1968 nos mirábamos en ese espejo formidable de una Cataluña que se jugaba el tipo por luchar contra caudillos e iluminados.-

Abogado.