Viva Europa
Hubo un tiempo en que las secuelas del free jazz norteamericano engendraron en Europa uno de los pocos estilos originales que se ha permitido el continente.Era un jazz extremoso, en el que instrumentos como los saxos y los clarinetes eran llevados más allá de sus posibilidades, mientras que a otros como el piano y la batería se les sacudía estopa sin la menor consideración. Las composiciones, muy complicadas en el aspecto rítmico, oscilaban en lo melódico entre el sarcasmo de Kurt Weill y la ironía agridulce del italiano Nino Rota. Dos autores de música para la escena, lo que sin duda quiere decir algo.
Este jazz llegó incluso a convertirse en dominante. Se metía uno en cualquier reducto jazzístico de la Europa civilizada -que entonces no éramos nosotros- y éste era el estilo que le salía al paso. Luego, la cosa se diversificó, deslizándose por las pendientes sutiles del sonido ECM o conectándose con los sugestivos electrodomésticos de la fusion music. Aun así, el estilo sobrevivió, y todavía quedan músicos que lo practican.
Cuarteto de Michel Portal
Colegio Mayor San Juan Evangelista. Madrid, 14 de diciembre.
Uno de ellos es el francés Michel Portal. Más destacado por su pensamiento musical que por la realización de ese pensamiento en la práctica, Portal toca, sin embargo, muchos instrumentos.
El clarinete bajo lo emplea con más frecuencia en los tiempos lentos y le suena algo efectista en los rápidos. Para éstos Michel Portal prefiere los saxos, que toca a pares o de uno en uno, con sordina y sin sordina, y a veces incluso metiéndolos dentro del piano, en busca del eco solidario.
Metáfora
Compone entonces Michel Portal una adecuada metáfora de lo que hace, porque su trabajo se apoya mucho en el de sus músicos. Y éstos sí que son buenísimos.El pianista Joachim Kühn es una especie rara de vanguardista florido, como un Art Tatum que hubiera estudiado con Stockhausen, o al revés. Jean François Jenny-Clark, uno de los mejores contrabajistas europeos, funciona ejemplarmente como creador de atmósferas y ayuda así a todos a entrar en una música que no es nada sencilla.
El batería Daniel Humair hace más que llevar el ritmo: lo acorta, lo alarga, lo multiplica en los platillos, bromea con él y hasta lo transforma en imágenes, moviendo las cortinas del escenario. Llevado de ímpetus futbolísticos -no se olvide que el concierto era en domingo-, hasta remata de cabeza contra los parches.
Al final del programa, Portal satisfizo la curiosidad del público y sacó el bandoneón. Lo tocó como a sacudidas y entre grandes aspavientos. Los demás se contagiaron de entusiasmo tan ,convulsivo y, en un arrebato de ecumenismo, acabaron interpretando a una el Te Deum de Charpentier, que es el himno de Eurovisión.
Babelia
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