_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La muerte

La noticia de que en Chile se habían dictado tres condenas a muerte contra sendos izquierdistas me sonó a abuso macabro. ¿Cómo puede un régimen legitimado por la muerte necesitar de la pena capital como figura legal de un Estado de derecho? ¿Para qué precisa un régimen criminal asesinar con las leyes en la mano si puede incendiar a los opositores por las calles o degollarlos en los descampados?Supongo que por el mismo proceso formalista que lleva a los dictadores a autodotarse de una Constitución, no ya por el goce del disimulo, sino por el placer de sentirse estadistas. Matar en operaciones criminales directas les produce evidentes satisfacciones y, sobre todo, una borrachera de prepotencia y sangre, pero no es lo mismo que matar después de la liturgia legalista, con la judicatura y su jerga por medio, con todos los otros síes y considerandos que hacen falta para poder fusilar con los sellos puestos.

Parece ser que las tres sentencias han sido conmutadas, porque satisfecho ya el goce de su convocatoria, la muerte legal como excepción hubiera parecido parodia de la muerte arbitraria como norma. Además, los mismos mecanismos ínternacionales, norteamericanos por más señas, que en su día empujaron al general Pinochet a la aventura de salvar Occidente y construirse un pedestal de calaveras, le han aconsejado que se limite a una clase de asesinatos, que estamos en tiempos de especialistas y que quien mucho abarca poco aprieta. Desde su pequeña mirada de animal acorralado, el general Pinochet creerá percibir un cierto gesto de relajamiento en la tensa musculatura del mundo democrático y se sentirá dueño de ese gesto. Por unas horas ha sido propietario del horror del mundo y de su alivio, la única proyección internacional que este tipo de personajes está en condiciones de conseguir. Afortunadamente, años después, cuando ya sólo son la sombra de una pesadilla, se les recuerda por las muertes que causaron, nunca por las que conmutaron.

Gajes del oficio.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_