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NEGOCIACIÓN Y TERRORISMO

Reagan anuncia el cese de la venta de armas a Teherán

Francisco G. Basterra

Un Ronald Reagan acosado y a la defensiva admitió en la madrugada del jueves, en una de las conferencias de prensa más cruciales de su presidencia, ser el único responsable de la polémica política de venta de armas a Irán, cuyo final anuncio ayer. Al mismo tiempo, confirmó como secretario de Estado a George Shultz, quien había condicionado su cargo al cese de esta operación; pero Reagan expresó que la entrega de armas a Irán no fue "ni un fracaso ni un error". Las explicaciones del presidente sobre la mayor crisis de su política exterior siguen sin convencer a la opinión pública y al Congreso.

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"Huele a sangre"

La oposición demócrata denunció ayer la incoherencia y las contradicciones de Reagan, y resaltó que su intervención no ha logrado restaurar su credibilidad, que, por primera vez desde que llegó a la Casa Blanca, está en juego.El presidente, que tuvo una intervención confusa y apareció sombrío, sin su optimismo natural, y vacilante en ocasiones, reiteró en su primera conferencia de prensa desde hace tres meses que EE UU no había autorizado a Israel ni a ningún tercer país a suministrar material bélico a Teherán. Minutos después de concluida la intervención, la Casa Blanca tuvo que hacer público un comunicado rectificando a Reagan y afirmando que un tercer país, sin citar a Israel, había actuado en la operación secreta con permiso de EE UU. Fuentes de la Administración revelaron ayer que Portugal, Francia y también Suiza y otros países (no se ha citado a España) fueron estimulados por Washington para vender armas a Irán.

El ayatollah Jomeini, en su primera declaración pública tras el comienzo de la polémica iraní, condenó ayer a los elementos de su régimen que quieren contactos con EE UU, afirmando que deberían estar "gritando contra América". Hablando por Radio Teherán, el anciano líder se preguntó: "¿Por qué tenemos que estar orientados hacia Occidente o hacia Satán?", calificación que utiliza para referirse a Estados Unidos.

El influyente senador Sam Nunn, demócrata, que presidirá el Comité de Servicios Armados del Senado, dijo ayer "que el problema- se ha complicado" tras la conferencia de prensa y que asistimos a "un serio desorden de política exterior". "El pueblo norteamericano no quiere más excusas y es Más inteligente de lo que cree la Casa Blanca", afirmó el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Robert Byrd. Incluso una personalidad republicana, el senador Richard Lugar, pidió una reorganización del proceso de toma de decisiones de la política exterior.

El Congreso iniciará hoy audiencias a puerta cerrada para aclarar los detalles de la operación secreta, y el presidente prometió ayer que sus asesores ofrecerán detalles a los líderes parlamentarios, que fueron recibidos ayer por el presidente. Los demócratas insisten en que Reagan ha violado la ley al tardar 10 meses en informar al Congreso de la operación iraní, y "ni siquiera el presidente está por encima de la ley", afirmó el líder de la Cámara de Representantes, Jim Wright. "Jomeini y los mercaderes internacionales de armas estaban al tanto de la operación, pero no el pueblo o el Congreso de Estados 'Unidos. Y esto no es tolerable", añadió Wright.

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El hombre enviado por el presidente a Teherán para negociar con los elementos moderados del régimen islámico, Robert McFarlane, hizo más difícil la posición de Reagan al declarar ayer que la Administración cometió un error al suministrar armas a Irán. El presidente, en su segunda intervención televisada sobre el tema en el plazo de una semana (el pasado jueves habló al país desde su despacho oval), ha enmarañado aun más la madeja de contradicciones y declaraciones confusas sobre la conexión iraní, que la Casa Blanca no consigue deshacer a pesar de sus esfuerzos. Reagan admitió ayer, por primera vez, que la decisión fue "muy controvertida" y provocó "considerable debate" en el Gabinete.

Reagan se mostró inseguro y desconocedor de los detalles (llegó a decir que los misiles Tow anticarro enviados a Irán se disparan desde el hombro, cuando, debido a su peso, sólo pueden lanzarse desde un jeep, helicópteros o un trípode). Si la cobertura estratégica de su política -establecer relaciones con el Irán posterior a Jomeini para evitar la influencia soviética en un país geográficamente clave para los intereses occidentales- es creíble, la Administración no consigue explicar cómo el envío de armas a los moderados puede ayudar a conseguir ese objetivo.

Sobre Shultz, Reagan dijo: "Quiero que siga, él me ha dicho que continuará mientras yo lo desee". Pero no ofreció una definitiva bendición de Shultz, el último eslabón de coherencia en la política exterior de EE UU. El presidente dijo que el secretario de Estado permanecía en la Administración sin condiciones, aunque, al parecer, exigió la detención del envío de armas, que el presidente ha anunciado, y que las futuras decisiones sobre Irán pasen por él. Reagan, además, negó la necesidad de reformar el Consejo de Seguridad Nacional, culpable principal del desastre político iraní.

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