_
_
_
_
Crítica:VII FESTIVAL DE JAZZ DE MADRID
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Todo un espectáculo

El trío del pianista Enrico Pieranunzi da la razón a los que reivindican el club como espacio del jazz. Hasta el Alcalá Palace les queda grande. Pieranunzi trajo a Massimo Moriconi al contrabajo y a Fabrizio Sferra a la batería, para invocar los tres a una al maestro Bill

Evans, tanto en el explícito Evans remembered como en el inaugural Someday my prince will come, con la identidad del príncipe disimulada hasta la recapitulación. La actuación de Pieranunzi nos trasladó a guaridas antiguas, y dejó como recuerdo un jazz en el que, cosa rara en música, el todo resulta exactamente igual a la suma de las partes. No queda mal que sean italianos los qué consiguen ese tenaz equilibrio.

VII Festival de Jazz de Madrid

Autor: Enrique Buenaventura. Intérpretes: Antonio Castroagudín, Yolanda Molero, Luis Barrera, Manuel Fernández, Fernando Díaz, Fermín González. Dirección, Etelvino Vázquez. Grupo de Teatro Candilejas, de Avilés. Estreno, Círculo de Bellas Artes. Madrid, 18 de noviembre.

Trio de Pieranunzi

Ecos del Be-Bop. Teatro Alcalá Palace. Madrid, 19 de noviembre de 1986.

Bajo el nombre Ecos del Be-Bop se presenta todo un espectáculo, con 18 músicos que aparecen primero, en distintas formaciones, para interpretar después una serie de arreglos orquestales. Los ecos del be-bop llegan, más que nada, por el lado del repertorio. Cosas como Things to come, otra vez Night in Tunisia, y hasta Be-bop, que ya es cantar de plano, revelan que ese repertorio va más por el lado de Gillespie, aunque también admite toques monkianos: 'Round midnight, Blue Monk y alguna astuta acotación del piano de Ronnie Matthews.

En estas exhibiciones multitudinarias al final quien más trabaja es la secçión rítmica, así que hay que aplaudir a Ray Drumimond, bajo, y Everett Sangoma, batería. Fue bonito el diálogo de los trombones de Eddie Bert y Slide Hampton, y una pena no escuchar más a Johnny Griffin. Las mazas azules del vibrafonista Bobby Hutcherson eran ya blue notes antes de tocar. Y Tete Montoliu, en la gloria, tecleó hasta desvariar, con más gracia y decisión que nunca.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_