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El futuro secretario de Estado para el Deporte asistirá con frecuencia a los consejos de ministros

El deporte español experimentará una reordenación antes de fin de año, aprovechando el gran reto que supone la organización de los Juegos de 1992. La reestructuración, según todos los indicios, se efectuará por medio de un decreto-ley que garantizará una fuerte -más que la actual- Secretaría de Estado, con presencia frecuente del nuevo secretario en los consejos de ministros. El fomento del deporte escolar y universitario, favoreciendo su práctica, será la iniciativa fundamental. La creación de un Ministerio del Deporte ha sido descartada para no crear conflictos autonómicos.

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Aunque existía un bosquejo de reestructuración del deporte español con motivo de la más que posible concesión a Barcelona de los Juegos Olímpicos de 1992, sólo la seguridad del triunfo, el pasado 17 de octubre, ha supuesto el pistoletazo de salida en la mayoría de los estamentos políticos y deportivos.La conciencia de que un fracaso en las canchas de la cita barcelonesa será el fracaso de la organización parece el incentivo que puede, al fin, reactivar el deporte nacional, aunque también existe la certeza de que, por muchas medidas de base que se tomen, no llegarán a tiempo, ya a estas alturas, para dar sus frutos en 1992. Simplemente, se aprovechará la ocasión para unir una gestión eficaz con vistas a Barcelona 92 con el fomento del deporte en un futuro a más largo plazo.

La primitiva idea de crear un Ministerio del Deporte ha quedado descartada, pues el presidente del Gobierno, Felipe González, no quiere que ello suponga un foco de conflictos con los organismos autonómicos. El deporte, como suele ocurrir en la alta política -caso de los boicoteos-, fue utilizado desde los primeros momentos de las transferencias al ser un fácil y silencioso compromiso. Ahora, un ministerio crearía una serie de interferencias de difícil solución.

En un principio, no obstante, se llegó a barajar la posibilidad de su creación e incluso se vio el momento de que Julio Feo alcanzara la categoría oficial de ministro. No hubiese sido obstáculo la burocratización que supondría, dado que el deporte resultaría beneficiado con una voz al más alto nivel. Pero tampoco se ha querido crear un ministerio que, a juzgar por el interés tenido hasta ahora en este campo, desaparecería después de 1992. La madeja, entonces, tendría que volver a desliarse.

Representación

La solución alternativa, potenciando la situación actual, se queda en el tratamiento de una secretaría de Estado con mucho poder y que estaría representada en las reuniones del Gobierno al menos una vez al mes. El futuro del deporte pasará después por la integración en el Ministerio de Educación, saliendo del de Cultura.Javier Solana, ministro de Cultura, que llegó ayer del viaje americano acompañando a Felipe González, recibirá hoy mismo una serie de trabajos, que le pasará después al presidente del Gobierno, equivalentes al proyecto del futuro decreto-ley en que se piensa. En dicho material, elaborado a toda prisa, ha intervenido al menos Romá Cuyás, actual secretario de Estado para el Deporte, mientras otra persona se ha dedicado con preferencia a lo que se quiere hacer con Barcelona 92. Ambos asuntos van unidos ahora, pues el proceso de la reestructuración apenas estaba en marcha anteriormente, y los cálculos son que esté todo incluso antes de Navidad.

Actualmente, la fórmula no es definitiva, pero sólo falta perfilarla. La clave del proyecto general, al margen de Barcelona 92, será el fomento del deporte escolar y universitario, que se buscará compatibilizar con los estudios, el gran problema existente hasta ahora y básico para una reactivación.

Romá Cuyás, que ya compareció ante la Comisión de Cultura del Congreso la semana pasada para hablar de los presupuestos, lo hará hoy ante la del Senado para informar sobre la preparación de los deportistas españoles ante 1992.

Dicho plan, a sólo seis años vista y preparado por las distintas federaciones, será el real que permita paliar el hipotético ridículo que se haría entonces si se llegara con la pobreza de calidades actual. La reestructuración sólo será un apoyo moral. La edad del deportista olímpico oscila entre los 20 y los 28 años, por lo que todo el que ahora, con 14 años como mínimo, no esté a un nivel de elite no servirá para triunfar en 1992.

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