Críticas de otoño
Después de leer el artículo de su redactor Alfonso Armada sobre el flamante Festival de Otoño, que nos convierte en la capital de Europa, resulta aterrador meditar un poco sobre el desarrollo de ese "negocio casi familiar" que recuerda épocas pretéritas, presidido por el oportunismo y la falta de planificación porque un festival, en principio, y dejando a un lado la brillantez de sus sesiones, debe tener una finalidad, aunque sólo sea para dar la empanadilla de oro a la asistente más guapa.Paliar el retraso cultural de décadas ofreciendo lo que se hace por el mundo es una loable idea, pero gastar millones en actos mal organizados y de una escasa incidencia en la vida social es una inconsciencia que nuestra sociedad no puede permitirse. Imitar a París o Berlín en estas circunstancias es tirar cohetes de día. Creo que esos millones que fluyen tan livianamente de las arcas comunitarias se podrían dedicar a un festival bien hecho que cultive más positivamente la sensibilidad de todos.-
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