Las elecciones de Túnez han supuesto un triunfo personal para Burguiba
Los comicios legislativos en Túnez del pasado domingo han dejado evidencia de que el grueso del país ha votado, más que a un partido, a una figura: la de su propio presidente, el anciano Habib Burguiba.El binomio Partido Socialista Desturiano-Burguiba ha sido determinante en el voto, a juicio de observadores consultados, y hoy la oposición, reprimida o no desde el poder oficial, sólo tiene que esperar. Burguiba, de 83 años, sigue siendo el aglutinante del país pese a su edad, la figura indiscutida, y, mientras viva, Túnez seguirá rigiéndose por el sistema organizativo por él ideado.
La oposición (comunistas, socialistas-progresistas y populares) ha cuestionado el resultado electoral 82,94% de participación y entre el 95% y el 100% de votos para el PSD, a pesar del boicoteo. Y algunos de los independientes, ahora derrotados, que valientemente decidieron su concurrencia hasta el final, han anunciado que recurrirán judicialmente contra el escrutinio, valiéndose de actas notariales y de testimonios que afirman que el número de participantes ha sido hinchado desde el poder.
Hay observadores que no discuten que estos comicios, al igual que los de 1981, han sido manipulados, primero con la falta de libertades para una libre concurrencia de la oposición y después en el anuncio de los resultados. Pero otros se conforman con destacar que resulta significativo no sólo que se convoquen elecciones, sino que se admita la existencia de otros partidos, incluido el comunista, junto a una organización oficial poderosa.
Lo cierto es que Túnez ha llegado a estas legislativas en un ambiente de degradación, motivado esencialmente por los escándalos financieros y de corrupción y después por todo lo referente al peculiar caso de su ex primer ministro, Mohamed Mzali, perseguido en Túnez y refugiado en Suiza.
Las elecciones han venido a contribuir al intento, desde el poder oficial, de mejorar la imagen exterior del país y a dejar sentado, al menos ésta es la conclusión más generalizada, de que a quien aquí se vota, al margen de siglas y tendencias, es a Burguiba. Sería erróneo, a juicio de los observadores consultados, llegar al convencimiento de que, sin dificultades, la oposición tunecina -sean los socialdemócratas de Ahmed Mestiri o una supuesta coalición que aglutinase desde comunistas a islamistas- hubiera ganado las elecciones o, en caso menor, llegar a alcanzar un equilibrio en votos por el partido oficial.
Al margen de Burguiba, símbolo en vida que mantiene una mínima normalidad en el presente del país, Túnez se rige ahora, en lo que se refiere a tareas de Gobierno, por un triunvirato bajo control del jefe del Estado y de los hombres del presidente, entre ellos su ministro personal, el ex gobernador de Monastir Mansur Sjiri. Estos son: el primer ministro Rachid Sfar, en lo económico; el general Zine el Abidin ben Ali, en Interior, y el diplomático Hedi Mabruk, al frente de la política exterior.
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