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31ª SEMANA DE CINE DE VALLADOLID

Defrauda 'Adiós, pequeña', primera película española a concurso

La última película del cineasta vasco Imanol Uribe, Adiós, pequeña, era esperada con esperanza. Uribe lleva consigo el crédito que le han dado merecidamente tres películas que, cada una a su manera, supusieron otros tantos triunfos del reciente cine español. Pero Adiós, pequeña defraudó porque ni de lejos alcanza la verdad de El proceso de Burgos, el sentido de la aventura de La fuga de Segovia, ni el riesgo moral y político de La muerte de Mikel. Es una obra rutinaria, realizada sin ninguna entrega, que contrasta con el filme canadiense Bailando en la oscuridad, discutible pero hecho con mucha convicción.

Adiós, pequeña es una historia de corte argumental, policiaco, ambientada en los altos y bajos fondos de Bilbao, que cuenta una estruendosa historia, mitad negra y mitad rosa, de amor y de muerte. Se trata del idilio entre un hampón traficante de cocaína, Fabio Testi, y su abogada, Ana Belén, una joven divorciada que se enamora de su cliente y a la que un cúmulo, agolpado sin orden ni concierto, de turbias circunstancias acaba convirtiendo en la juez de un caso del que es parte, una especie de ángel exterminador con pistola detonadora a falta de espada de fuego.Hay demasiadas cosas que no funcionan en Adiós, pequeña, e incluso las hay que funcionan tan mal que provocan en el espectador algunas reacciones contrarias a las que la pantalla busca, incluidas inoportunas sonrisas en instantes intencionalmente patéticos.

El instinto y el probado buen oficio de Uribe salvan por los pelos del naufragio un guión lleno de lagunas, muy esquemático, todo él urdido alrededor de su espectacular desenlace, y en el que, a pesar de estar filmado por Ricardo Franco, no se ve la originalísima mano de este cineasta, que ha escrito en otras ocasiones -de la misma manera que Uribe ha filmado- cosas maravillosas para la pantalla.

La primera aportación del cine español a esta edición de la Seminci queda así reducida a una ilusión ensombrecida, mientras llega la segunda oportunidad con el filme de Antonio Jiménez Rico El disputado voto del señor Cayo, que se proyectará mañana.

Frontera de la demencia

Con anterioridad, entró en el concurso un filme canadiense, Bailando en la oscuridad, de Leon Marr. Cuenta, o más bien escribe y analiza, pues no es ni pretende ser una película narrativa, la monocorde y desoladora situación de una mujer casada y de buena posición social cuya vida de ama de casa discurre sobre la frontera de la demencia. Esta demencia estalla repentinamente detrás de la apertura de una pequeña grieta en su frágil mundo cerrado.El filme de Marr es discutible, pero dentro de él hay algo fuera de toda discusión: una actriz, Martha Henry, que siembra talento, pasión y convicción en un trabajo donde la inspiración se alía con una técnica endiabladamente eficaz para sostener primeros planos casi insostenibles. He aquí una indiscutible candidata al premio a la mejor actriz, si otras colegas suyas no se oponen en los cuatro días que quedan de festival.

En sesión de medianoche del martes se proyectó la genial comedia de Billy Wilder El apartamento, obra que se ennegrece y que aumenta su gracia y su virulencia a medida que los años pasan por ella.

Fue esta sesión la parte más visible de una bonita sección paralela inventada este año por los programadores de la Seminci. Se llama, de manera un tanto bastarda, Remakes -¿y por qué no Reposiciones?- y tiene dentro preciosas resurrecciones de viejos filmes de éxito, como las de West Side Story, de Robert Wise; Los tarantos, de Rovira Beleta; Al este del edén, de Elia Kazan, entre otras.

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