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Crítica:'MOZARTNU'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Academia

Hay dos bellos cuerpos y una gran música, la de la Misa de la coronación, de Mozart: amplificada, resonante, bien reproducida, no es un fondo ni un pretexto, sino que es como una inmensa cúpula sonora que reduce la dimensión humana.El cuerpo femenino y el masculino son academias vivientes, de feminidad y masculinidad muy diferenciadas, sin la ambigüedad que hoy se busca y sin el culturalismo hacia el que tiende una cierta moda.

Evolucionan mientras suena la música: solos, aproximándose, uniéndose con una delicadeza fría que, si a veces evoca el amor, alguna de sus mímicas de pareja está exenta de erotismo.

No son bailarines: a veces gustaría que lo fuesen y que sus movimientos, ya que fríos, tuvieran otra ingravidez. Sobrepasan las tablas de gimnasia, pero las recuerdan.

Mozartnu

Intérpretes: Jordi Cortés y Neus Ferrer Amigó. Música: Misa de la coronación, de Mozart. Expresión corporal: Andrzej Leparski. Dirección: Iago Pericot. Teatre Metropolitá de Barcelona. Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid. Estreno: Palacio de Cristal del parque del Retiro de Madrid, 24 de octubre.

Cuesta decir que son actores porque la expresión corporal no es irás que la parte de un todo o el estudio y la preparación para algo: no hay relato, y la relación misma con la música es inmaterial.

Pedantería y realidad

Puede que los dos programadores de esta pareja, Iago Pericot y Andrzej Leparski, hayan tenido en su imaginación, en su diseño y trabajo, la ideación de algo más: no transparece.Quizá haya más pedantería que realidad en esta invocación a un monumento sonoro y la austeridad de los cuerpos sea más orgullosa de lo que quiere demostrar.

El hecho es que hay 30 minutos en los que unas bellezas sonoras y plásticas coinciden -más otras ocasionales: la del escenario del Palacio de Cristal del Retiro, con la lluvia repiqueteando y hasta cayendo por los resquicios que deja el viejo emplomado-, y una masa de público que atravesó el barro y el agua de una tarde inclemente para llegar al lugar aislado donde esto pasó fugazmente; público más cálido y más entusiasta que la frialdad interna del espectáculo.

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