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Virtudes y desmesura militar

Dice Francesco Guicciardini, embajador florentino en la corte de Fernando el Católico, en sus máximas sobre la vida política y civil, que "es locura grande injuriar a muchas personas queriendo ofender a. una sola". El consejero (le la señoría, en la época de los Médicis, tiene muy claro quecli sólo un hombre súbitamente enajenado puede enfrentarse, sin quererlo, con la entera colectividad. Descartada la locura, en Cassinello, su artículo es un síntoma -y la oposición eclectiva al regreso de los oficiales de la UMI), otro- de la profunda subversión de valores que persiste en el mundo militar.En el mundo civil, desde los griegos, la objetividad se alcanza en las virtudes cardinales: a través de ellas se define la humanidad social, se ¡alcanzan la dignidad. y lasociabilidad. Estas virtudes :son practicadas por los militares, con arreglo a una moral subjetiva que nada tiene que ver con la moral de la sociedad: como en todo orden monacal, priman en los ejércitos las virtudes teologales, en las que reside, según san Agustín, la noción verdadera del hombre. Esa conciencia ele superioridad moral, de periFección, latente en todo hombre educado en la obediencia, forma parte de la mentalidad de los militares, y se refleja en sus actitudes públicas y privadas. Y de ello se desprende, como una evidencia, que los civiles y sus virtudes son inferiores por serpaganos.

¿Qué quería el general? La respuesta es indiferente: toda ambición es legítima en el marco de la legalidad. ¿Por qué responde a su frustración con un exceso? Porque se siente atrapado en su virtud, que le da el privilegio de condenar a quienes con su injusticia le maltratan.

Incapaz de mesura -en su doble acepción: virtud de la templanza y la medida-, no puede privatizar la. ofensa, como haría el más modesto funcionario civil, ni medir los hechos por su función social, y le dice a la sociedad: no soy un servidor del Estado, soy un militar. Y al hacerlo en:Frenta losvalores, rompe la comunidad, separa de ella a los guerreros por elevación.

La repercusión en los cuarteles, en las cancillerías extranjeras, en el poder civil, en el ciudadano común -siempre inerme y espantado ante el discurso del militar- carece de importancia: los puros saben dónde está la verdad.

¿Qué quieren los oficiales de la UMD? Inmersos con mayor o menor fortuna en la sociedad civil, han asumido las reglas y los valores por los que ésta se rige, y han aprendido un nuevo modo de pensar y demandar. Reivindicar simplemente el regreso al escalafón, la antigüedad, el grado, la seguridad en el empleo, demostraría que siguen ajenos al mundo civil, pese a su aparente integración. No es eso lo que les motiva.

Expulsados del Ejército por ser demócratas, excluidos de laamnistía total porque el poder civil no osó contradecir al poder militar, víctimas de decisiones políticas que nada tienen que ver con la justicia, reclaman s:implemente que ésta se cumpla. La ley que regulará su reinserción en las Fuerzas Armadas, aunque tardía, es el acto jurídico que vienen esperando, si les devuelve su estatuto anterior sin condición restrictiva alguna.

¿Pero por qué esa tenaz oposición a su reingreso por parte del colectivo militar? De nuevo el carácter religioso de una ideología que se justifica en sí misma emerge en su plenitud. El código de convenciones morales del estamento militar in terpreta los actos de sus miembros como actos sagrados, teológicos, extraños al resto de la sociedad. Ello entraña una justi.ficación dogmática y un problema jurisdiccional.

Desde la primera, el juicioque puedan merecer a la. sociedad civil aquellos actos -y más si son culpables- es ignorado y despreciado: el valor inferior se acalla ante el superior. En cuanto a jurisdicción, la institución niega al poder civil el derecho a interferir en el poder rililitar, máxime si se trata de juzgar la conducta de sus mienibros: quien está suspendido a divinis bien suspendido está.

En la conciencia individual de todo militar permanecen grabadas con el punzante dolor de la vergüenza las imágenes del 23-F. Comparar ahora la culpa de los oficiales de la UNID -y su repercusión mínima en una institución monolítica- con el daño público que hace a la colectividad quien cierra su vida militar con un portazo parece una reflexión saludable. Guicciardini dice también que "cada uno tiene por nefandos los pecados que él no comete, y por ligeros, en cambio, aquellos que realiza". La razón -máxima norma de objetividad- nos dice que ni fueron nefándos los pecados de los unos ni ligero, en absoluto, el pecado del g,I.-neral.

Anselmo Santos es secretario del Comité de Investigación Fuerzas Armailas y Sociedad (CIFAS), dedicado a la sociología militar.

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