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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las huelgas cómodas

UNA VEZ más los usuarios de un transporte público han sufrido en la semana que acaba los efectos de una huelga convocada por un conflicto interno en la empresa. El gran impacto que tiene esta clase de paros viene determinado por ser unos terceros, ajenos a los intereses y las tensiones que enfrentan a sindicatos y empresa, los que sufren las consecuencias. Además, su incidencia está definida de antemano con la fijación de servicios mínimos: son, por así decirlo, huelgas cómodas para trabajadores y empresa. La única incomodidad es la que sufren los usuarios. Una vez convocadas, ya se sabe de antemano su repercusión, porque de nada serviría que acudiera toda la plantilla de un centro al trabajo si no se puede asegurar el funcionamiento con garantías en todo el trayecto de un tren. Los trabajadores de aviación civil, del ferrocarril, transporte urbano y otros servicios cuentan así con un poder especial que agranda el valor de sus protestas y refuerza el logro de sus exigencias. Un poder que descargan sobre los derechos de todos los ciudadanos.La huelga de Renfe del viernes pasado -sufrida una vez más por los esperanzados usuarios que aguardan a que los repetidos anuncios de comodidad y celeridad a la europea lleguen algún día a realizarse- no puede entenderse sin la perspectiva de las elecciones sindicales que habrán de celebrarse a finales de noviembre o principios de diciembre. La compañía estatal ferroviaria es la mayor empresa española por número de trabajadores, y también por la cuantía de sus pérdidas. La mitad de dichos trabajadores está afiliada a un solo sindicato, algo excepcional en la realidad sindical española; todo ello arroja como resultado que los representantes de los ferroviarios sean casi el 1% del total, de los delegados sindicales elegidos en nuestro país. Las tradiciones de lucha laboral de los trabajadores del ferrocarril se unen a la feroz competencia que mantienen CC OO y UGT por lograr la supremacía. En las elecciones de 1982, CC OO resultó vencedora, con el 48% de los votos, pero no consiguió la mayoría absoluta. El sindicato socialista, que obtuvo un refrendo del 42%, tiene ahora mayoría relativa en el comité intercentros, pues a sus 32 delegados ha sumado los cinco del Sindicato Libre Ferroviario, tras la fusión con este último. Comisiones tiene 36, y USO, que con sus dos representantes puede inclinar la balanza, acabó desentendiéndose del paro después de haber apoyado inicialmente la convocatoria.

Los motivos alegados para la huelga eran una serle de incumplimientos del convenio y el despido de algo más de 280 trabajadores que cumplen su servicio militar realizando prácticas en Renfe. Mientras los sindicatos argumentan que habían superado las pruebas preceptivas, la empresa aduce que no cumplían ciertos requisitos. Tampoco en lo que respecta a nuevas contrataciones pactadas existe acuerdo: la empresa defiende que es una política de gestión que no debe estar sometida al convenio. Los dos sindicatos mayoritarios apoyaron la convocatoria de huelga basándose en conflictos ya existentes en el mes de julio. Sin la proximidad de las elecciones, aseguran muchos, el paro no se hubiera producido. Desde fuentes de la empresa se ha hecho especial hincapié en la actitud de UGT, que ha tirado en mayor medida del conflicto, mientras el sindicato socialista argumenta que no hubo otra salida que mantener lo anunciado, porque la empresa en ningún momento ha querido abrir vías de diálogo.

Entre esta concatenación de mutuos reproches quedó aprisionado en medio, como casi siempre, el ciudadano. La apelación a la huelga en un servicio público es algo suficientemente delicado y serio como para que los sindicatos no recurran a ello si no es en casos extremos. La sospecha de electoralismo en la convocatoria tiñe de desprestigio sindical a los líderes que la apoyaron. En cuanto a la gestión de Renfe, poco más puede decirse ya que lo que las propias cifran rezan. La compañía padece males similares a todas las que integran el sector del transporte público en este país: grandes déficit y mayores desatenciones al usuario. Impuntualidad, inseguridad, incomodidad, son las características de los viajes por España, cualquiera que sea el medio de locomoción elegido. Una situación tan desesperante que ya produce vergüenza hasta la misma protesta.

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