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Todo va bien, no va más

Esto arde, permanezcamos fríos: es la moraleja que se podría sacar del incendio del Yanky-1. Hace sólo algunos meses hubiera sido suficiente para sumergir las salas de redacción del mundo entero en una psicosis de tercera guerra mundial. En lugar de eso, hoy se asiste a un elegante: ejercicio de urbanidad diplomática entre soviéticos y norteamericanos. Si aún hacía falta una prueba suplementaria del actual buen talante entre las dos superpotencias, se ha conseguido a partir de ahora.Desde luego, los mayores riesgos tecnológicos fonnan el rostro más gesticulante y el más inevitable de la modernidad en general, tanto occidental como soviética. Pero la terrible crónica negra de catástrofes en serie que atraviesa la Unión Soviética parece indicar que este riesgo no está bien repartido en el mundo.

Si los soviéticos, siguen siendo capaces de proezas científicas asombrosas, la rutina parece hacer cada vez más difícil seguir el mismo ritmo. Lo que es peor, cada nuevo incidente pone al día la diferencia creciente entre las prácticas soviéticas y las normas en vigor en el mundo occidental. La carencia de seguridad en la central de Chernobil se une al uso de carburante líquido en los misiles de los submarinos nucleares: en uno y otro caso el coste del riesgo y su prevención están peligrosamente subestimados. ( ... )

Pero existe, por otra parte una razón por la cual Gorbachov puede poner al mal tiempo buena cara: el incidente ocurrido en uno de sus submarinos no puede más que confortar el discurso soviético sobre la inminencia del apocalipsis nuclear. Y hay que decir que este argumento no deja de ser convincente. Todo ha salido bien esta vez, técnica (la mecha del barril se ha apagado) y políticamente (el momento está en la euforia previa a la cumbre). Pero, ¿y si ello hubiera ocurrido en un mal momento? Cada uno es libre de imaginar su historia.

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