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LA LIDIA / LAS VENTAS

Se llama Fernando Cepeda

Un nombre para un cartel: Fernando Cepeda. Fernando Cepeda se llama y debutó ayer en Las Ventas. La afición abandonaba la plaza intercambiándose parabienes y buenos augurios. "Qué torero tenemos, ¿verdad usted?". Tenemos, decían, y resulta que el neófito es sevillano, del pueblo de Gines, cuna de diestros. Pero en Madrid la tauromaquia es universal. Madrid es crisol que funde los oros de todas las escuelas y los custodia como suyos. "Qué torero tenemos, ¿verdad usted?".Y cuando el neófito embarcaba la encastada, brava, pastueña embestida de los novillos, le coreaba ¡olés! con amor de padre, quizá de madre. El toreo. Fernando Cepeda lo traía de Gines, bien aprendido y bien metido en el alma, para desgranarlo fluido sobre la arena venteña, ante la cátedra. En redondo toreó, templado y hondo, a su primer novillo, que al natural iba o no iba, más bien metía la cabezada sin fijeza, incierta su intención de embestir al bulto o al señuelo. A su segundo le daba la distancia.

M

Elizondo / Bote, Bento, CepedaNovillos de Martínez Elizondo; 3º sobrero de Martínez Uranga, encastados. José Luis Bote: silencio; aviso y silencio. Rui Bento: aplausos y salida al tercio; división y saluda. Fernando Cepeda: petición y vuelta; oreja. Plaza de Las Ventas, 28 de septiembre.

A buena distancia citaba Fernando Cepeda y el novillo acudía al cite pronto, rápido, alegre, como si el engaño escarlata le despertara la brama. Fernando Cepeda lo esperaba quieta la planta, sereno el gesto, gran tranquilo; embarcaba suave la embestida, que se pasaba por la faja, la sacaba atrás, ligaba. Y los pases se producían con suave fluidez, igual que si todos fueran una muestra antológica de estilo, igual que si todos fueran uno. Terminada la tanda, el novillo no paraba quieto, le bullía la casta, empujaba adelante y Fernando Cepeda, gran arropiero, volvía a meter la muleta bajo la baba, prendía en ella el celo, despacito, dulce el dibujo de la suerte y echaba por delante el corpachón pastueño, barriéndole el dorso de cabeza a rabo.

Los novillos de ayer -propiedad del empresario- eran excelentes, maravilla algunos: los del lote de Cepeda; los del lote de Rui Bento. Maravilla los cuatro. Rui Bento toreó fácil, variado y valiente. Prendió un emocionante par de banderillas, compuesto de quiebro y reunión a topa-carnero. Cualquier otra tarde, con otros toros, habría alcanzado un triunfo. Ayer no, pues la calidad de los novillos era clamor y la afición la juzgaba superior a su arte.

También dispuso de buen ganado José Luis Bote, sólo que los nervios le tuvieron atenazado toda la tarde. Debió de ser por los dos revolcones casi seguidos que sufrió nada más empezar. Al salir de una buena serie de verónicas, perdió pie y el novillo hizo por él, empitonándole. Al iniciar la faena de muleta, el novillo le acosaba bravío y agrio, volvió a tropezar y de nuevo tuvo sobre su indefenso cuerpo un fiero retrotar de pezuñas y pitones. Toreó bien a ese burelote encastado, prieto de cabeza y músculos, por el lado noble, que era el izquierdo, aunque sin sentir la vibración de la suerte. Al cuarto le ahogaba la embestida, recurría al pico, a pesar de que las pocas veces que se dejó ver, a la distancia, y presentaba la muleta de lleno por su panza, sacaba largo y bello el muletazo.

Debería ser Bote torero de Madrid, como lo es de nacimiento, pues reúne condiciones para ello, según había demostrado ya de chavalín. Ayer no pudo ganarlo. Ayer la afición madrileña prohijaba a un sevillano que arrumbó a Las Ventas con una sorprendente cargazón de torería y arte. Cuando repita se verá si le pertenece o si traía de prestado y por casualidad tanta riqueza.

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