Vida, moral y coro de actrices
Ésta es una de esas obras que no empiezan nunca: se está esperando que pase algo, que se enlacen problemas, que surjan conflictos, hasta que al fin se comprende que es de las que reflejan lo que se llama un trozo de vida y que se desarrolla paso a paso, como su propio título.Hay 10 personajes: siete mujeres y un hombre -ligeramente obvio- que acuden a una de esas clases de baile para nada; por recuperar algo del ajetreado cuerpo, por relacionarse, por desprenderse de lo cotidiano. Hay una profesora con cierta autoridad y una pianista que acompaña las clases y pone el contrapunto de la protesta, el escepticismo, la burla.
En un momento, el grupo recibe la oferta de participar en un festival benéfico; cambian su mero llenar el tiempo por un cierto objetivo, y el gran pelotón de los torpes termina bailando claqué con una cierta solvencia.
Paso a paso (Stepping out)
De Richard Harris. Versión de Nacho Artime. Intérpretes: Lucía Adriani, Miguel Arribas, Aurora Bautista, Laura Cepeda, Gemina Cuervo, Julia Martínez, Ana Marzoa, Isabel Mestre, Encarna Paso, Mar¡ Carmen Prendes. Escenografía y vestuario de Amadeo San. Coreografía de Alberto Denis.Dirección de Ángel García Moreno. Estreno: teatro Marquina. Madrid, 18 de septiembre.
Equívoco moralista
El final feliz viene con una precipitación considerable con respecto a la exageración de las imposibilidades anteriores. Se puede entender, si se quiere y se tiene gana, que en la vida basta con una propuesta y un empeño realizado poco a poco para llegar donde se quiere, lo cual es un equívoco moralista considerable del tipo labor omnia vincit.Para llenar el vacío están, más que los conflictos, los tipos. La base es un reparto de primeras figuras, de monstruos sagrados del escenario, cuya conjunción tiene un atractivo por lo menos morboso. No sé si por razones del texto o por las del director Ángel García Moreno y su lógico horror al vacío y a la posible distracción del espectador hacia la nada, o a pensar en sus cosas, los tipos se exageran, se rebordean, se abultan; las actrices tienen la ocasión de ejercer su histrionismo.
Aunque algunas de ellas, como Ana Marzoa, Encarna, Paso o Mari Carmen Prendes pueden resistir bravamente cualquier presión de texto o dirección porque su espontaneidad y su talento interpretativo están siempre muy bien defendidos.
Se exagera también la torpeza del pelotón; para producir la sorpresa final de verlos bien conjuntados en el supuesto número de baile en público, y hasta en la repetición de un año siguiente. De todo ello se desprenden los efectos cómicos y los rasgos tiernamente humanos de los que el público puede sacar su provecho. El peso del espectáculo lo lleva Ana Marzoa con la seriedad y la calidad artística de siempre, y el contrapunto Mari Carmen Prendes, con una solvencia que no deja perder ni una frase. Aurora Bautista busca esta vez la condición de actriz cómica, y Encarna Paso tiene un papel muy breve del que saca todos los matices posibles.
Miguel Arribas es el único hombre del reparto: su personaje es deliberadamente borroso, objetal. Las demás buscan, como queda dicho, la acentuación de sus tipos con las voces y los ademanes excesivamente marcados.
El público -más bien mayor de edad, más femenino que masculino, en una función de tarde- se regocija con este firmamento de nuevas y antiguas estrellas, las reconoce con placer y agradece que se las diferencie con la exageración: las recompensa con sus ovaciones al terminar el espectáculo entre el ritmo del claqué.
Babelia
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