El divorcio entre la Fiat y Gaddafi, un hecho consumado
El divorcio entre la empresa italiana Fiat, el gran imperio automovilístico de la familia Agnelli, y la Libia de Muammar el Gaddafi, que poseía aproximadamente un 15% de las acciones del grupo industrial más importante de Italia se consumó ayer, según anunció la empresa. Las acciones se han repartido entre IFI, la sociedad financiera de los Agnelli, que ha comprado un tercio, y un grupo internacional de inversores institucionales dirigidos por el Deutsche Bank. El coste total de la operación se eleva a 3.000 millones de dólares (cerca de 400.000 millones de pesetas).
La familia Agnelli, que no desembolsará más que un tercio de la suma total, recuperará, sin embargo, la mitad del 15% de las acciones ordinarias (con derecho a voto) propiedad hasta ahora del grupo libio Lafico. Los fondos serán avanzados inmediatamente por el gran banco italiano Mediobanca. El resto de las acciones, que representan 2.000 millones de dólares, serán situadas, a partir de hoy, por el Deutsche Bank y la Mediobanca entre inversores institucionales e internacionales.De la retirada de los libios de Fiat se lleva hablando desde que en el Mediterraneo se agudizó en los últimos años toda una serie de tensiones que culminaron, la madrugada del 15 de abril, con el bombardeo de Trípoli por la aviación de Estados Unidos.
Gaddafi aportó capital a Fiat en momentos en que esta empresa atravesaba una grave crisis financiera y Gianni Agnelli estaba agradecido al coronel libio. Gracias en parte a aquellos petrodólares, Fiat pudo, en los últimos tiempos, ponerse a la cabeza no sólo del mercado europeo del automóvil, sino convertirse en el grupo industrial más floreciente del país.
Pero desde que Libia entró en conflicto con los norteamericanos la presencia de Gaddafi en Fiat se ha ido haciendo cada día más incómoda. El temor del empresario de Turín, ha sido que Estados Unidos pudiese retirar su alpoyo a Fiat o que su empresa quede en la cuneta cuando se hable de la participación de Italia en el proyecto estadounidense de la guerra de las galaxias. La argumentación simple, pero decidida, de Washington era que Estados Unidos no podía financiar una empresa cuyos dividendos pudieran servir "para pagar el terrorismo mundial".
Por todo ello, Gianni Agnelli ha tenido que moverse con pies de plomo y también esto lo sabían en EE UU. La empresa italiana tiene todavía una presencia importante en Libia y podía tener, lógicamente, represalias. Ademáis, Fiat es el símbolo, de la industria, privada de Italia y un conflicto entre Libia y Agnelli podría tener repercusiones en todo el país.
De lo que se trataba era de que los libios salieran de Fiat por su propia voluntad, sin tener que ser echados. Por otro lado, la salida de Gaddafi de Turín no era tarea fácil para Agnelli, ya que era necesario un capital muy superior al que supuso la entrada libia en el grupo italiano.
Fiat no hubiera podido sola con un peso semejante y se especulaba con una ayuda procedente de EE UU. Se había hablado de que tal vez la multinacional IBM reemplazara en buena parte a los libios. Inicialmente, esto parece no haber sido así, aunque todavía está por verse quiénes serán los compradores finales de las acciones que han quedado en manos del Deutsche Bank. Ayer tenía que haberse reunido en Turín la asamblea de accionistas del grupo Fiat, pero ha sido aplazada hasta el 10 de octubre.
Agnelli mantuvo días pasados un largo coloquio en Roma con el presidente del Gobierno, el socialista Bettino Craxi. Se pensó en un primer momento que la conversación podía haber tenido por tema el estancamiento de las negociaciones entre Alfa Romeo y Ford, que parecían ya a punto de cerrarse. Agnelli no quiere perderse una participación en la otra firma automovilística italiana. No se descarta un acuerdo triangular, es decir Alfa-Ford-Fiat.
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