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LA LIDIA / LAS VENTAS

La corrida interminable

Los autores de la tauromaquia contemporánea -todo el taurinismo, comisarios de policía incluidos- han inventado la corrida interminable. Añadiéndole forma y restándole contenido, rizan el rizo de la inanidad y las corridas no se acaban nunca, aunque en ellas no suceda nada.La corrida de ayer en Las Ventas duró dos horas y cuarto, mientras lo que se vio podía verse en media horita escasa. Y aún quedaba tiempo para comentar con el vecino aquellas verónicas de Cagancho, cuando vino Soraya a los toros y no se sabía qué admirar más: si los ojos garzos de la emperatriz o la mirada agárica del príncipe de los gitanos puesta en el embrujado vuelo de su capote. Qué tiempos.

Cuando se toreaba, la corrida duraba hora y media. Si se prolongaba más, sería porque los toros eran pregonaos y había que perseguirlos para picarlos, o inexpertos los matadores y sonaban avisos, o los toreros competían en quites, que lleva su tiempo, además de que era una hermosura. Ahora, en cambio, se necesitan más de dos horas para los derechazos, que ésa es el alma de la tauromaquia contemporánea.

Maza / De los Reyes, Vera, Carmelo

Novillos del conde de la Maza; 4º, sobrero, de Miguel Zaballos: flojos y escasos de casta. Juan de los Reyes: pinchazo y estocada corta (ovación y salida al tercio); dos pinchazos y estocada corta tendida (algunas palmas). Juan Carlos Vera: dos pinchazos, bajonazo descarado y tres descabellos (silencio); bajonazo descarado (palmas y también pitos cuando saluda). Carmelo: pinchazo, estocada corta caída y dos descabellos (palmas y también protestas cuando saluda); pinchazo y estocada contraria (vuelta por su cuenta). Plaza de Las Ventas, 21 de septiembre.

Ayer hubo quites, eso sí; la mayor parte, por chicuelinas. Los novillos estaban inválidos y, salvo un par de ellos, que desmontaron a sendos picadores, hocicaban con frecuencia. Juan de los Reyes veroniqueó de lujo al cuarto y al primero lo pasó en redondo con finura, obligándole a humillar. Luego, ahogó la embestida y el novillo le pegó una voltereta. El cuarto le tiraba derrotes a la cara, pero afrontó el peligro con valor.

Juan Carlos Vera instrumentó muletazos de escuela; excelentes los ayudados, de buen corte los redondos. A un novillo agotadísimo le aguantó los parones; a otro noble, lo molió a derechazos. Carmelo le estuvo pegando pases violentos al tercero por todo el redondel. Al sexto se los instrumentó con temple, aunque tampoco le veía el fin a la faena.

Y para esto, dos horas y cuarto. Los derechazos de nunca acabar suman su tiempo, pero subsisten otros absurdos. Cuando había lógica en la lidia y aficionados en el palco, los picadores se hacían presentes en cuanto el peón paraba al toro. Ahora el presidente espera a que den capotazos todos los que tengan ese gusto. Sólo entonces saca el pañuelo y, naturalmente, la lidia sufre un parón. Como los lidiadores no saben qué hacer con el toro hasta que aparece la acorazada de picar, lo llevan frente a n burladero, donde lo azuzan por diversos procedimientos: desde enseñarle el capote por la tronera hasta gritarle "¡yú!", con lo que molesta.

Mientras tanto, el percherón avanza cansino y llega al terreno de la suerte cuando llega. Ese vacuo pasaje, multiplicado por seis, puede dar media hora. Entonces es cuando se comenta lo de Cagancho.

Pero en Madrid aún va todo más lento: al presidente le peta que los areneros saquen brillo al ruedo y entre toro y toro tiene al público otro buen rato sin saber qué hacer, pues lo de Cagancho no da para tanta conversación y, además, no siempre el vecino de localidad quiere pegar la hebra. A veces el vecino de localidad es chino y a ver qué se le puede decir a un chino sobre Cagancho y sus mngues.

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