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Crítica:TEATRO/ 'ARLEQUIN POLI PAR L'AMOUR' Y 'LA TÊTE NOIRE'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Arlequinadas

Dos formidables actores cómicos, Alexandre Fabre y el arlequín Daniel Soulier, hacen una entrada brillante, suelta, aguzando todos los recursos de la farsa y el circo, en La tête noire, de Lesage (1721). Sería difícil aquí conseguir el ritmo general; el conjunto de figuras; el desparpajo sabio de todo el espectáculo, dirigido por el mismo cómico Daniel Soulier; la mezcla de tradición cultural y de actualización.Este grupo de teatro de arlequín comienza con un Arlequin poli par l'amour (1720), del suave, tierno y equívoco Marivaux, cuyo nombre dio un verbo al lenguaje francés, marivauder. indica discreto, galantería, una cierta afectación, un juego de lenguaje. Así es esta pieza, la primera de las suyas; el bruto hecho listo por el amor y el triunfo de éste sobre los poderes, incluso mágicos. La buena música de la época, bien interpretada por un trío -La Mauroche- y creada sobre temas de la época por Julien Skowron; la inteligente infantilización de la escenografía; las gracias del fino, frágil y burlón arlequín Daniel Soulier, ayudan a pasar la hora larga, y un poco tonta, cuyo mayor interés está en lo erudito y lo museal. Y, eso sí, en la calidad de todos.

Arlequin poli par l'amour, de Mariavux (1720) y La tête noire, de Lesage (1721)

Teatro Nacional de ChaillotIntérpretes: Hervé Barreau, Alexandre Fabre, Hélène Hardoin, Colette Mallet, Malte Ménager, Francisco Orozco, Julien Skowron, Daniel Soulier, Gilbert Vithon. Música de Julien Skowron, interpretada por La Maurache. Vestuario de Michel Launay. Dirección de escena: Daniel Soulier. Teatro Español, 18 de septiembre.

La segunda parte es La tête noire, del españolista Lesage -su famoso Gil Blas podría pasar por una novela de la picaresca española-, que pocas veces escribió algo que no estuviera inspirado en nuestros clásicos. En esta obra, inteligentemente puesta al día por Soulier, la compañía y su creación brillan en todo su esplendor, y se comprende bien el sentido de teatro de fiesta. Escenografías, trajes, música, amor al teatro, a la tradición y al sentido actual que pueden tener estas reconstrucciones fueron aplaudidas largamente por un público en el que se encontraban numerosos intelectuales.

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