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LA LIDIA / GUADALAJARA

Maestro de ceremonias

Ortega Cano va para maestro en tauromaquia, tiene las condiciones adecuadas, y ahora mismo ya ejerce: de maestro de ceremonias También tiene condiciones para este oficio. De suyo es ceremonioso y, el rito taurino, es que lo vive Ayer, en Guadalajara, orquestó un tercio de quites, con enorme mérito, pues no había nada que quitar Los toros sólo soportaban una vara y algunos, ni eso. Pero el quinto, por una de esas casualidades de la vida, se acercó dos veces al caballo y Ojeda aprovechó la insólita circunstancia para ocupar su turno y lancearlo de capa.El quite de Ojeda era inconfundiblemente de Ojeda. Ojeda rodea de una prosopopeya épica sus intervenciones, se prepara, ¡que voy!, ¡ahora vais a ver!... El público no se atreve ni a respirar, porque la barroca progimnasma del torero anuncia un discurso histórico. Suele ocurrir que no sea para tanto, y ayer tampoco: Ojeda dio unas veránicas de tres al cuarto.

Rojas / Niño de la Capea, Ortega Cano, Ojeda

Toros de Gabriel Rojas, escasos de presencia, flojos, muy nobles. Niño de la Capea: pinchazo Jondo, bajo y media estocada tendida (silencio); estocada corta trasera atravesada y descabello (oreja). Ortega Cano: media ladeada (oreja); pinchazo, estocada [aviso con retraso] y descabello (oreja). Paco Ojeda: bajonazo descarado (dos orejas); bajonazo (silencio). Plaza de Guadalajara, 19 de septiembre. Tercera de feria.

Pero Ortega Cano, no importaba que el presidente hubiera cambiado el tercio hacía un siglo, entró en competencia, a continuación, con un quite por gaoneras muy hondo, muy bien toreado. Y luego invitó al Niño de la Capea a que hiciera otro, que resultó por chicuelinas ceñidas y media bien dibujada.

Allí fue el delirio, naturalmente.., pues toreo de capa, y quites, no se veían en la tarde, como no se han visto en la feria ni en la temporada entera. La corrida, que había embalaba Ojeda en el tercer toro y, luego sufrió un parón, se embalaba de nuevo. El gentío era feliz, verbalizaba su felicidad, y se producía en el abarrotado tendido el runrún de los grandes acontecimientos.

Sin embargo duró poco la alegría, porque Ortega Cano le había cogido el gusto a su oficio de maestro de ceremonias, con olvido del su meta verdadera, la de maestro en tauromaquia. Y al buen toro lo toreó con mucho academicismo para componer la postura y evidente, autosatisfacción, pero también con mucha mediocridad y aburrimiento.

En el anterior torito bueno estuvo mejor Ortega Cano, principalmente al ligarle una estupenda serie de redondos. Ahora bien, no era él, ese futuro maestro en tauromaquía para cuya cátedra reúne tantas condiciones. Había, asimismo, un problema de personalidad.

En cambio quien interpretó con personalidad y arte el toreo en redondo fue Ojeda, al segundo de la tarde. Le daba la distancia, ligaba los pases, templaba el muletazo, y componía bellísimas tandas, que aderezaba don el tirabuzón de los pases de pecho encadenados con el ayudado, y éste con el redondo otra vez, más desplantes entre los pitones pletóricos de majeza.

El toro era una malva, santito toro hecho para llevárselo a casa y, en las atardecidas, darle besos en la boca. Pudo habérselo llevado Ojeda, ya que el público, auténticamente enardecido, se lo quería regalar, enterito. Y, de paso, en esas atardecidas, habría tenido ocasión de darle algún natural, a ver qué pasaba, pues durante la larguísima faena no le dio ni uno; es que ni intentarlo.

Un náufrago

El alboroto ojedista no volvió a repetirse. El sexto era noble, aunque no tan noble. Toros no tan nobles, hogaño disuaden a Ojeda de hacerles el toreo. Intentaba dubitativo el derechazo, metiendo un pico. horroroso al ejazo contrario del animalito; probó la izquierda con todas las precauciones del mundo; sufrió dos desarmes, y era un náufrago.Seguramente Ojeda necesita su toro, el malva besucón. Debería mirarse en el Niño de la Capea, a quien le da igual corte que cortijo. Niño de la Capea pega, pases, allá penas como salgan. Unas veces, regateando los remates con frenético ajetreo de zapitillas, según hizo en el primero; otras, como en el cuarto, citando a la manera del guardabarrera, fuera del carril, luego embarcando larga y suave la embestida pastueña. Con estas habilidades es raro que fracase. Tampoco le toca la genialidad, y ni se le ocurre ejercer de maestro de ceremonias. Pero qué más le da anda caliente, con cartel de figura en todas las ferias; mientras a otros, más poéticos, les exigen exquisiteces y es una lata.

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