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Un constitucionalista en el Quirinal

Hoy llega a España. el presidente de la República Italiana, Francesco Cossiga, en viaje que, si no es propiamente oficial, sí comporta una gran significación política. Después de un año y nueve meses en el Quirinal, se puede afirmar ya que Italia ha encontrado en él un magnífico ejemplo del modelo presidencial que configura la Constitución de 1947. En efecto, si, como se desprende de la misma, el presidente de la República, al representar la unidad nacional, aparece como un poder de equilibrio político y control destinado a garantizar el respeto de las normas constitucionales y el debido ejercicio de los órganos delimitados en la norma fundamental, el período de tiempo transcurrido desde que Francesco Cossiga fue elegido para la más alta magistratura italiana hasta hoy demuestra, sin duda alguna, la minuciosidad con que ejerce su función.Pues bien, tal circunstancia no es, evidenteinente, una casualidad, sino que, por el contrario, es la lógica consecuencia de una personalidad que tiene tras de sí una historia que explica y avala el acierto de su elección después de una etapa histórica en la que el inolvidable presidente Pertini había puesto un tipo de presidente plebiscitario que no era posible concebir en cualquier otro candidato a su sucesión. Si en los llamados años de plomo de la República Italiana la fuerte personalidad carismática de Sandro Pertini constituyó un punto de referencia para la consolidación democrática de la vida política, amenazada, entre otros traumas, por el terrorismo, en la estabilidad gubernamental italiana de nuestros días era otro tipo de personalidad política el que se requería para ejercer la presidencia de la República. O, dicho de otra manera, era necesario un nuevo estilo, concebido éste como el resultante de una historia personal, de una formación, de un carácter y de una actuación.

Francesco Cossiga nació el 26 de julio de 1928, por lo que cuenta en la actualidad 58 años. Lo cual significa que es el más joven de los presidentes de la República Italiana, al haber sido elegido con 56 años. Pero tal precocidad no es algo extraño en una persona que ya había sido el más joven presidente del Senado, el más joven presidente del Gobierno, el más joven ministro del Interior, sin contar con que obtuvo el bachillerato a los 16 años, y la licenciatura en derecho, a los 20. Por otro lado, su ciudad natal es Sassari, en Cerdeña, circunstancia que explica su gran pasión por la isla mediterránea, por su historia, sus tradiciones, sus problemas. No es extraño así que, a los tres días de ser elegido presidente de la República, su primer viaje fuese a su Cerdeña natal; no es extraño así que en los contactos que he tenido con él, antes y después de convertirse en presidente, hablase al embajador de España de las huellas hispánicas que todavía se encuentran en su tierra, y no es extraño, por último, qué especial atracción en él tenga todo lo catalán, puesto que ésta es la influencia mayor que se puede ver allí de nuestro país, hasta el punto que a pocos kilómetros de su ciudad natal, en Alghero, todavía se habla la lengua catalana, la cual el presidente Cossiga conoce y practicaba en sus viajes a Barcelona. Es más, en los días previos a su elección, cuando ya todos hablaban de su casi segura elección y políticos y periodistas le buscaban sin saber dónde se encontraba, el presidente Cossiga, para mantenerse escrupulosamente al margen de toda presión, se había ido, como después se supo, a Barcelona...

En Cerdeña comenzó también su actividad pública, y a los 28 años era ya secretario provincial de la Democracia Cristiana. Desde entonces, su carrera política, siguiendo la huella de su maestro Aldo Moro, fue fulminante, y ha recorrido todos los escalones de una brillante profesión política. Así, ha sido subsecretario de Defensa en el tercer Gobierno de Aldo Moro; ha sido varias veces ministro, presidente del Gobierno, presidente del Senado y también parlamentario desde 1958.

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La formación intelectual del presidente Cossiga se halla fuertemente impregnada por dos campos determinados: por el pensamiento político católico y por un sólido conocimiento jurídico, concretado especialmente en el derecho constitucional. En efecto, por una parte, siempre ha tenido una especial predilección por los clásicos del catolicismo político, comenzando por santo Tomás y san Agustín y, más modernamente, por Gabriel Marcel, Emmanuel Mounier y Jacques Maritain, aspecto que le conferirá un profundo sentido del valor de la moral en la actividad política. Pero, en el terreno de las ideas políticas, el presidente de la República Italiana tiene un interés preferente por Tomás Moro, cuya obra y vida ha estudiado en profundidad y le han marcado ampliamente. En definitiva, estas lecturas no sólo han consolidado su sólido sentir religioso, sino también su convicción de la necesidad de una ética política, de una honestidad manifiesta en todo lo que se refiere a la res pública. Por otro lado, complementa tal orientación con su especialidad de jurista, centrada -como digo- en el terreno constitucional. Ya a los 23 años entra como profesor ayudante de esta especialidad en la universidad de Cagliari y, años después, obtiene el concurso de catedrático en la misma universidad. Durante sus años de docencia, su dedicación y competencia son tales que, según cuentan, sus alumnos estaban dispuestos a seguir sus clases incluso los sábados o domingos, lo cual, desde mi experiencia personal de docencia en la misma materia, me maravilla y estimula, aunque no sé si ocurrirá también lo mismo con los alumnos españoles.

Ahora bien, aunque esta pasión por el derecho constitucional la mantiene incluso más viva desde que está en el Quirinal (puedo dar fe incluso de que me ha recordado más de una vez los libros que le regalé sobre el régimen constitucional español), su actividad docente la tuvo que abandonar a causa de sus compromisos políticos. Pero ello no impide que alguna vez haya dicho melancólicamente lo siguiente: "Debería ser profesor universitario. Ahora soy un clérigo que se ha traicionado". Lo cual me recuerda algo que es muy frecuente en nuestra especialidad común y que oí una vez a un colega: "Todos los profesores de derecho político se encuentran frustrados por no hacer política, y todos los políticos quisieran ser catedráticos de derecho político". Sin embargo, en el caso del presidente Cossiga, su formación de constitución alista está siendo una baza decisiva en su impecable actuación presidencial.

Formación que adquirió con prestigiosos juristas italianos, como Mortati, Guarino, Espósito, Calamandrei.. ., y que completó con su profundo conocímiento del derecho constitucion al alemán y, sobre todo, británico. En efecto, no hace mucho, en una entrevista a Time, señalaba que entendía su papel de presidente de la República de acuerdo con los tres derechos que el famoso constitucion alista Bagehot atribuía al monarca inglés: el derecho a ser consultado, el derecho de sugerir y el derecho de advertir.

En definitiva, este acervo de teoría constitucional, facilitado por las varías lenguas que habla y que conoce profundamente, junto a su enorme experiencia práctica como hombre de Estado, constituía una garantía irreprochable para el cargo de presidente de la República, para el que fue elegido, por abrumadora mayoría y a la primera votación -cosa que sólo ha sucedido con el primer presidente de la República, Di Nicola-, el 24 de junio de 1985.

Si el carácter de un político Viene dado por una serie de datos congénitos, familiares y sociológicos, en el caso del presidente Cossiga prevalecen para definirlo su raíz sarda y sus profundas convicciones morales y Jurídicas. Aun no siendo eminentemente extrovertido, sino más bien reservado, posee una gran afabilidad, un gran respeto por todo lo ajeno y un gran sentido del humor, probablemente influido por su pendant británico. Pero también hay que tener en cuenta su convicción religiosa, su. enorme sentido de la honestidad política e intelectual, como ya liemos dicho y como nos lo demuestran algunos ejemplos. Así, cuando en 1976 el presidente Moro tiene necesidad de nombrar un nuevo ministro del Interior, llama a Cossiga y le ofrece el puesto. "Pero si soy un hombre que duda", le objeta éste. A lo que Moro añade: "Pues precisamente por esto he pensado en ti. Precisamente porque la duda y la fantasía son condiciones necesarías y suficientes para un ministro del Interior". Y después, en el Gobierno que preside Andreotti, será confirmado en el puesto.

Durante este mandato se produce precisamente el secuestro y asesinato de su maestro y amigo Aldo Moro. Cossiga, abrumado por lo que él cree su responsabilidad, dimite irrevocablemente, ante el respeto y admiración de todos los partidos. Su sentido de la ética, su sentido de la responsabilidad, le apartan así durante algún tiempo de la política. Pero tal integridad hace que el presidente Pertini le vuelva a llamar a la actividad política y le confiera el encargo de formar Gobierno en 1979. Igualmente, al día siguiente de ser elegido presidente de la República, se acerca a la sede de la Democracia Cristiana para renunciar a su carné de militante del partido, porque, como ya había dicho alguna vez, "se puede ser democristiano y estar por encima de los partidos".

Pero el interés del presidente Cossiga no se detiene sólo en el terreno intelectual, sino que es también un apasionado de la informática, de la electrónica, de la telefonía. En su casa o en sus despachos oficiales se pueden ver varios ordenadores que maneja cotidianamente, al mismo tiempo que es un viejo radioaficionado, con una emisora propia que le gusta utilizar con el seudónimo de Andy Capp.

Es claro que, sobre todo, esa condición de constitucionalista,

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Un constitucionalista en el Quirinal

es embajador de España en Italia y catedrático de Derecho Constitucional.

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